La Pareja
Existen distintas formas de relacionarse cuando se forma una pareja. Cada persona tiende a conservar la forma en que se comunica con cada uno de sus vínculos afectivos y cuando establece un lazo amoroso reitera esa misma forma de comportamiento que incluye mecanismos aprendidos en edades tempranas del desarrollo.
Podríamos considerar tres grandes grupos de estilos de pareja:
La pareja simbiótica, que se caracteriza por el modo de relación dependiente, donde sus integrantes forman una unidad, sin identidad individual, cada uno alienado en el otro, sintiendo por el otro y pensando de la misma manera.
Este modo de relación no incluye conflictos aparentes entre ellos, porque siempre parecen estar de acuerdo en todo, sin exteriorizar ningún cuestionamiento que pueda expresar alguna vez falta de consenso.
Cada uno hace y dice lo que cree que el otro desea, enajenando su propia identidad, por lo tanto la vida de estas parejas está llena de renunciamientos a favor del otro y suele ocurrir frecuentemente que cuando uno muere, el otro no tarda en reunírsele al poco tiempo.
Puede crecer uno de ellos mientras el otro permanece a la sombra de ese crecimiento, acompañándolo, apoyándolo y haciéndolo propio.
El amor entre ellos es posesivo, no hay diferenciación yo, no-yo, se quieren porque se necesitan.
Las personalidades con tendencia depresiva tienden a establecer vínculos simbióticos con personas que necesitan lo mismo. Si el otro es diferente se puede producir la ruptura.
Cuando los dos comparten este modo de relación, desarrollan mecanismos de defensa neuróticos, como hipocondrías, fobias, trabajos compulsivos, adicciones, depresión, estallidos inexplicables, etc.
La pareja isla, que se caracteriza por el modo de comunicación paralela. No se entienden, cada uno vive en su propio universo donde no existe el otro. No hay encuentro, aunque puede haber relaciones sexuales disociadas, por placer, sin compromiso afectivo. No hay diálogo, no hay amor sino conveniencia y comodidad. No hay conflicto sino indiferencia. Se usan mutuamente. La relación es un medio para otros fines. No hay compromiso, la unión es una formalidad sin esencia.
Si uno de los dos pretende el encuentro y modificar ese modo de relación, se puede producir la ruptura, porque la condición de ese vínculo es precisamente la soledad en compañía.
Pueden aparecer cuadros depresivos en alguno de los dos, y también relaciones paralelas estables o dobles vidas.
La pareja madura se establece cuando son dos personas con identidad propia, independientes, que se necesitan porque se aman, que también pueden mantener y disfrutar de sus propios amigos, sin descuidar a su pareja.
Suelen negociar sus desacuerdos y llegar a un consenso recíproco que les permite a ambos ser libres pero responsables del compromiso que asumieron por amor.
Ambos se aceptan como son, se permiten crecer individualmente apoyándose mutuamente, sin competir, compartiendo sus logros y sus fracasos y tomando la suficiente distancia uno del otro.
Existe respeto recíproco, hay encuentro, hay comunicación fluida y hay entrega, pero no alienación. Puede haber choques porque se trata de dos personas diferentes que se permiten pensar diferente, pero se pueden amar y pueden crecer.
Esta relación ideal se puede dar cuando se trata de dos personas con suficiente madurez psicológica, que no tengan asignaturas pendientes y sin desequilibrios que les exija probarse a si mismas o demostrar algo al otro y que puedan sostenerse sobre sus propios pies sin muletas ocasionales.