La Vocación y la Motivación
Las experiencias a lo largo de la vida nos llevan a experimentar situaciones de pérdida que nos afectan.
Terminar el colegio secundario es el fin de un ciclo, la pérdida de los compañeros, del ámbito donde se realizaron los estudios y de una forma de vida estudiantil que hasta ese momento no implicaba tomar grandes decisiones.
Esta etapa de inquietud e incertidumbre no permite enfrentar la tarea de elegir una carrera u oficio porque principalmente inhibe la motivación.
La motivación es el impulso interno que orienta nuestra conducta y el motor de la acción; y sin motivación nuestra verdadera vocación pierde nitidez, se diluye el entusiasmo, se generan dudas y surge el miedo a no poder lograr los objetivos.
Es difícil mantener un proyecto cuando la persona está pasando por una situación de pérdida. Se produce entonces una confusión que no permite ver con claridad el futuro.
Los jóvenes tienen una particular dificultad para proyectarse en el futuro. Para ellos un año es una eternidad y les resulta imposible imaginarse en ese momento.
La expectativas demasiado ambiciosas de los padres pueden afectar la toma de decisión de los jóvenes, así como también la falta de comunicación con ellos, sin embargo, es necesario que estos chicos sepan cuales son esas expectativas.
Existen varias razones en la actualidad para hacer más difícil una elección de carrera. Una de ellas es la diversidad de opciones que existen que hace más compleja esa tarea. Otra razón es la necesidad de contar con una formación académica o terciaria para poder insertarse laboralmente que obliga a los jóvenes sin una vocación bien definida a decidirse por una y renunciar a otras igualmente atrayentes.
Existen también otros jóvenes con reales vocaciones bien definidas que tropiezan con la dificultad de una salida laboral incierta, como suele ocurrir en el área de los intereses artísticos.
Las exigencias laborales también son cada día mayores, lo que hace perder la confianza en la obtención de un título que parece resultar insuficiente, ya que también se hace necesario realizar cursos complementarios de idiomas, computación etc. para poder competir con mayores posibilidades en el momento de acceder a un trabajo.
Los modelos de los medios de comunicación que transmiten exitismo, e imágenes que también influyen a la hora de elegir, modifican los proyectos y los hacen cada vez más difíciles. Esta exigencia extrema lleva a los jóvenes a desalentarse frente a los obstáculos y a perder la motivación.
Todo adolescente siente que la elección de carrera es una decisión irrevocable y no es así, porque puede ocurrir que recién durante el transcurso de la misma se tome conciencia de lo que significa esa capacitación que puede o no estar de acuerdo con el perfil. Siempre se está a tiempo de cambiar de carrera cuando se percibe que no resulta ser lo que se creía.
La motivación que prevalece para elegir carrera suele estar influenciada particularmente por identificaciones con personas significativas. Además de los padres pueden ser profesores del secundario, ídolos juveniles, artistas famosos, protagonistas de películas, actores de televisión, héroes y personajes de ficción, amigos, grupos, etc.
Las identificaciones son siempre con personas que realizan una actividad y no con la actividad en si misma. Es frecuente que resulten más atractivas las materias cuyos profesores gozan de mayor popularidad y simpatía que otras asignaturas dictadas por personas de bajo perfil.
El énfasis puesto en los resultados de los estudios, acceder a un trabajo mejor, ganar más dinero etc., ha hecho olvidar el principal objetivo de una enseñanza académica que es el conocimiento.
Estudiar para saber debería ser lo deseable y no para conseguir una nota y pasar un examen, porque para ser creativo en una profesión u oficio es necesario amar el conocimiento y para sentirse realizado hay que lograr una identidad profesional que incluya también el compromiso como persona.
La autora de esta nota es Licenciada en Psicología y Orientadora Vocacional