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Límites: factor clave en la convivencia.

Publicado por Lic. Maria V.

La convivencia siempre implica un desafío. Más aún en tiempos de confinamiento como ocurre en muchos países actualmente.

Convivir con otros implica poder ceder parte de nuestros deseos e impulsos, para que puedan coexistir con los de los demás.

Si los miembros de la convivencia no pueden adaptar o regular sus emociones y demandas, probablemente chocarán constantemente con los del otro, generándose así situaciones complejas.

Pretender que la convivencia sea siempre amigable y feliz, es una utopía. La convivencia de por sí nos enfrentará con roces o discusiones.

El punto está en que éstas puedan equilibrarse con momentos de disfrute y que la comunicación que intervenga sea productiva para todos los integrantes.

Por esto, tanto la comunicación como los límites son indispensables para que convivir sea una experiencia más llevadera.

La puesta de límites y la capacidad de aceptar el límite del otro son factores fundamentales para prevenir conflictos en la convivencia. La necesidad de privacidad y de espacio personal son muchas veces el origen de las explosiones y discusiones.

El límite implica poder marcar del mejor modo posible al otro aquello a lo que se debe decir NO, como modo de cuidar la propia salud mental y, en consecuencia, la de la familia en general.

La necesidad de espacio, de un momento a solas, de explicar que no se puede responder a todos los pedidos y demandas, que se necesita un descanso, son maneras de evitar que una situación explote por no haber sido limitada a tiempo.

En gran cantidad de casos los conflictos aparecen por situaciones que se han extendido en el tiempo y se han tolerado sin haber podido limitarlas correctamente. El individuo entonces llega al extremo de haber sobrellevado una situación que lo excedía sin haberlo podido plantear correctamente.

Psicológicamente, tenemos un límite propio de tolerancia hacia ciertas cuestiones en particular, según la subjetividad de cada uno, y cuando se supera cierto umbral, se desarrolla la angustia y el enojo. Por eso la puesta de límites es tan importante, y va unida siempre a la comunicación.

La posibilidad de hablar de lo que uno siente, de lo que uno necesita, y sobre todo de poder decir que no, en una sociedad donde la exigencia es permanente y se espera que las personas respondan siempre proactiva y positivamente.

Debemos entrenar esta capacidad de decir correctamente que no a aquello de lo que no podemos, o no queremos hacernos cargo en determinado momento.

La convivencia implica una constante negociación. Si se dice que no a todo, o se busca constantemente evitar asumir responsabilidades, no se está formando parte de la convivencia. La persona se está aislando y está utilizando un mecanismo defensivo, evitativo.

Se trata de encontrar cierto balance entre lo que cedo por el otro y lo que hago para cuidarme.

El autocuidado y el respeto por los espacios y la salud mental propia, es en realidad, un cuidado hacia todo el ambiente familiar o de convivencia.

El estado de salud mental de un integrante inmediatamente afecta al resto.

De modo que el foco debe estar en registrar y poder comunicar cómo nos sentimos, hasta dónde podemos y hasta donde no. En ese punto de encuentro está la conciliación propia de la convivencia, donde todos tienen que aportar algo para que funcione.