Lo hereditario y lo ambiental.
La discusión entre la participación de lo hereditario vs. las influencias del ambiente está presente desde hace mucho tiempo en el terreno de la salud. Con respecto a la Salud Mental, las investigaciones durante años apuntaron a discernir o registrar el impacto de cada una.
Hoy sabemos que no se trata de establecer una lucha o competencia entre ambas. Frecuentemente se escuchaba a defensores de una u otra. Aquellos quienes sostenían que la influencia de la genética y lo hereditario era determinante, y, por otro lado, quienes consideraban que prácticamente todo era atribuible al ambiente, como si viniéramos al mundo como una «tabula rasa».
El espectro humano es complejo y, como tal, multifactorial. Factores hereditarios y ambientales se integran constituyendo una pluralidad de influencias. El concepto de predisposición cobra entonces relevancia en el ámbito de la salud mental, haciendo referencia a ciertas condiciones potenciales heredadas que pueden gatillarse o no a partir de ciertos estímulos del ambiente. En la actualidad podemos considerar la dinámica de ciertos comportamientos y, sobre todo, patologías apoyadas en ambos factores causales.
Lo hereditario y lo ambiental, podemos pensar, constituyen prácticamente las dos caras de una misma moneda. Es impensable que todo el recorrido de la evolución nos deje sin herencias, tanto biológicas como psíquicas. Al mismo tiempo, es igualmente impensado que el factor ambiental no ocupe un lugar preponderante en el desarrollo y la constitución de un individuo. Por este motivo es que debemos tomar en consideración ambas.
Hace un tiempo atrás y, al descubrirse el ADN y la herencia genética, se creía que la posibilidad de cambio a partir de lo heredado era mínima. Aún hay quienes sostienen esto.
Pero en el último tiempo y sobre todo a partir del descubrimiento de la neuroplasticidad, se cree cada vez con mayor convicción en la capacidad que tenemos de cambiar, más allá de los patrones heredados que traemos.
Sea cual fuere la perspectiva adoptada, no podemos dejar de reconocer la importante influencia de ambos factores, dejando así de atribuir todo el peso en solamente uno de ellos.
Carl G. Jung sostenía que no sólo heredamos cuestiones biológicas, sino también psíquicas, en tanto especie que ha evolucionado y que conserva en sí su recorrido. Le atribuyó el nombre de Arquetipos a las categorías psíquicas heredadas que, precisamente, se activan a partir de vivencias o de cuestiones ambientales. El concepto de arquetipo junguiano conjuntamente con el de Inconsciente Colectivo nos ayudan a entender la herencia psicológica que traemos como humanidad, pudiendo así identificar cuestiones que no son específicos de un individuo sino del colectivo. Aspectos del todo que traemos y que de algún modo se hacen presentes en la vida singular.
Las ideas de Jung en este sentido enfatizan la posición de que no llegamos al mundo como una «tábula rasa» sino que traemos a priori patrones que nos permiten responder de uno u otro modo a las situaciones que se nos presentan. Esto no significa que lo ambiental no ocupe un lugar de importancia. Lo ambiental es fundamental en la constitución psíquica, sobre todo en los primeros años de vida. Posteriormente, el factor ambiental es aquel que nos permite tomar acciones para trabajar o modificar aspectos que traemos, con una gran capacidad de transformación.
En resumen, no hay versus en lo referente a la herencia y el ambiente. Ambos deben pensarse de manera complementaria y con un rol muy importante en el desarrollo y la constitución del individuo.