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Mandato familiar y proyecto propio.

Publicado por Lic. Maria V.

¿Por qué es necesario hablar de mandatos familiares al abordar la temática de la construcción de un proyecto propio?

Sin duda porque al mencionar y analizar una de ellas no podemos dejar afuera a la otra. Son dos cuestiones que están en tensión y que deben ser confrontadas juntas.

A la hora de encarar un proyecto propio la pregunta siempre es ¿como sabemos que es Propio? o ¿qué significa realmente Propio?

Estamos en constante intercambio con nuestro ambiente y gran parte de lo que somos tiene relación con nuestra crianza y con las figuras parentales que hemos introyectado a lo largo del desarrollo. Nuestra identidad se construye en base al vínculo con otros.

De manera que no está tan delimitado qué es propio y qué es del otro. Es una construcción conjunta en la que ambos están imbricados. El sujeto no está aislado, es tal en la medida en que se encuentra en un ambiente y en interrelación con otros.

Pero dentro de este panorama hay ciertas diferenciaciones que es esencial poder hacer. Si la vida discurre por inercia, probablemente terminemos eligiendo más en función de mandatos que de una elección, en cierta medida, libre. Los patrones de conducta aprendidos nos llevan a repetir, automatizar, desarrollar aquello que sabemos, que conocemos de nuestro entorno. Pero en el Inconciente también hay un componente esencial que es creativo, que es el que nos permite cambiar, construir algo nuevo.

Cuanto más trabajemos nuestra historia y los contenidos inconscientes, más estaremos capacitados de elegir y construir algo diferente de lo que ya traemos. Y exactamente esto es lo que atañe a la idea de proyecto propio.

Además, es importante entender que los mandatos familiares no son necesariamente negativos. Muchas veces, estos mandatos pueden ser fuente de fortaleza y guía. Pueden ser los valores que nos han inculcado y que nos han ayudado a formar nuestra identidad. Sin embargo, es crucial distinguir entre los mandatos que nos construyen y aquellos que nos limitan. Aquellos que nos impiden explorar nuestras verdaderas pasiones y deseos.

Podemos cuestionar cuán propio es un proyecto, por todo lo que mencionamos anteriormente. Pero dentro de este complejo interjuego de influencias el ser humano tiene la capacidad de construir algo nuevo, y, en tanto se diferencia de lo acontecido hasta el momento, y es creado por el sujeto de modo artesanal y profundo, podemos caracterizarlo como propio.

Es propio en la medida en que surge de una posición reflexiva. Es propio en tanto se permite confrontar el mandato inflexible y los deseos del otro. Es propio en tanto habilita nuevas posibilidades ahí donde por momentos parece no haberlas. Es propio en tanto emerge de la aceptación y el sostenimiento del deseo subjetivo.

Para construir un proyecto propio es necesario recorrer la historia personal, examinar esos mandatos, hacerse preguntas: ¿Qué esperan de mí? ¿A quien temo desilusionar? ¿Qué roles son valorados en mi familia? ¿Qué siento si me separo de esos roles? Este proyecto… ¿a quien está dirigido? ¿A quien espero enorgullecer con este logro? ¿Qué es lo que realmente me gustaría hacer? ¿Contradice en algún sentido a esas expectativas?

Hacerse preguntas es la mejor manera de desarmar esos edificios a veces infranqueables que son los mandatos familiares, para tener material, piezas sueltas que permitan construir un proyecto más acorde con la propia subjetividad.

La dimensión de Proyecto activa y mueve una energía que corresponde al futuro, y que nos trae efectos directos en el presente. Tener un proyecto genuino transforma nuestra realidad, nos vincula con una propósito, con un sentido que nos convoca profundamente.

La construcción de un proyecto de esta índole habilita los aspectos creativos y nos afianza en nuestra identidad. Pero no se puede construir sin hacer un recorrido hacia atrás. El pasado cimienta y permite la proyección futura.

Además, es importante recordar que un proyecto propio no es algo estático, sino que puede y debe evolucionar con nosotros. A medida que crecemos y cambiamos, nuestros intereses, pasiones y deseos también lo hacen. Por lo tanto, nuestro proyecto de vida debe ser lo suficientemente flexible para adaptarse a estos cambios. No se trata de encontrar un único camino y seguirlo ciegamente, sino de estar dispuestos a explorar, a experimentar y a reinventarnos. En este sentido, un proyecto propio es más que una meta o un objetivo, es un proceso de autodescubrimiento y crecimiento personal.