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Disconformidad con el propio cuerpo.

Publicado por Lic. Maria V.

Mirarse en el espejo puede ser un desafío para muchas personas.

La disconformidad o el rechazo hacia el propio cuerpo está atravesado por múltiples factores. Muchos de los cuales son sociales y culturales.

Nuestro cuerpo constituye una parte muy importante en cuanto a nuestra identidad. Separar la mente, el espíritu o el psiquismo del cuerpo es un problema porque no nos permite vernos como un todo. En el cuerpo está el psiquismo. Nuestras emociones se manifiestan directamente en el cuerpo.

Ahora, ¿qué ocurre cuando rechazamos nuestro cuerpo, cuando no nos sentimos identificados con él o cuando, en los casos de identidad trans por ejemplo, consideramos que el cuerpo que tenemos no representa quienes somos realmente?

Este es un tema sumamente complejo y multifactorial, pero la idea general es que no podemos ser sin el cuerpo. Necesitamos integrar al cuerpo y en cierta medida sentirnos enlazados a él para poder afianzarnos y forjar nuestro camino.

Los factores sociales y culturales son determinantes entorno a la valoración de los cuerpos. Los prototipos, aquello que se «espera» e incluso se exige socialmente está sin duda en el origen de muchos trastornos alimentarios y de la dificultad en aceptar el cuerpo propio.

Estos prototipos o exigencias se filtran a través de la educación y la crianza. En una familia exigente en cuestiones de imagen, que censura o exige determinados patrones, por supuesto que se dispondrá a una mayor dificultad en este sentido. Lo mismo ocurre en el ámbito escolar, donde a través del bullying, de comentarios, burlas o críticas son los mismos niños los que aplican la censura.

Somos una sociedad exigente y competitiva. Y la competitividad se manifiesta en la discusión sobre los cuerpos. Nos creemos con derecho a evaluar y opinar sobre el cuerpo de otros, aunque esa misma censura implica un castigo también hacia adentro, hacia la misma persona que juzga. Quien juzga a otros, juzga y excluye a la vez a una parte de sí mismo.

La libertad o la diversidad en todo sentido provoca temor al ser humano. La cultura busca uniformar y homogeneizar, creando y fomentando patrones de lo esperable y de lo valorable en detrimento de otros.

Se constituyen entonces prototipos de éxito, donde raza, estructura corporal, género, situación socioeconómica, laboral y académica participan para determinar quien es merecedor o merecedora de respeto y quien no.

Así, quien crece observando que no ingresa en los cánones lucha desde edades tempranas por construir su identidad y su autoestima con la corriente en contra.

Las mujeres sufren en gran medida porque sus cuerpos son valorados en función de una norma perteneciente a un sistema patriarcal. Son definidas en función de deseos y valores masculinos, y esto genera muchas dificultades en la aceptación no sólo del propio cuerpo sino también de rasgos de personalidad, gustos e intereses.

Sería esperable que de un tiempo en adelante la educación y los modos de crianza permitan deconstruir las nociones de éxito y fracaso en las que los cuerpos quedan atrapados. Educando y criando para la valoración de la singularidad de cada persona.

Es esencial tener en cuenta que como sociedad progresamos si nos permitimos validar la diversidad, en tanto cada persona tiene algo para aportar en lo colectivo, y su visión singular debe ser alentada y fortalecida.

El enfoque en la creatividad tiene mucho para ofrecer en este punto, en tanto lo creativo implica una posición sensible, genuina y singular frente al mundo, que hoy más que nunca es sumamente necesaria.