Conexión con el cuerpo y las emociones.
El cuerpo es indisociable del psiquismo. Desde el psicoanálisis se puede decir que el cuerpo está atravesado por el lenguaje. Es decir, que el cuerpo está constituido por el psiquismo.
El cuerpo es una construcción simbólica, acontecimiento que lo separa de la noción médica de organismo.
Quienes trabajamos en Salud Mental debemos observar las problemáticas del sujeto desde un punto de vista integral, donde el cuerpo intervenga y forme parte del proceso terapéutico.
Desde muchas perspectivas se teoriza sobre lo corporal, pero muchas veces no se trabaja incluyéndolo verdaderamente, sino solamente desde el trabajo mediante la palabra.
Es importante destacar que el cuerpo no es solo un recipiente de nuestras emociones, sino que también es un canal de comunicación. A través de él, expresamos y liberamos emociones, y también recibimos información del mundo exterior. Por lo tanto, es esencial aprender a escuchar y entender lo que nuestro cuerpo nos está diciendo.
Muchas terapias, entre las cuales se encuentra la Bioenergética, abordan directamente el cuerpo emocional. Y estas perspectivas aportan significativamente, desde mi punto de vista, al trabajo psicoterapéutico.
Las emociones que experimentamos se depositan en el cuerpo. Se manifiestan como sensaciones; anclaje, fluir o cúmulo de energía que, si lo permitimos, nos marcan un camino y nos envían un mensaje.
Aquéllo que reprimimos o lo no-dicho transmitido a lo largo de las generaciones de modo inconsciente, muchas veces interviene en el cuerpo, produciendo bloqueos, tensiones, síntomas…
Permitirnos vivenciar las sensaciones corporales, pretendiendo habilitar un espacio de reconocimiento y aceptación de lo que acontece en nuestro cuerpo, es un recurso sumamente terapéutico, en tanto estamos dando lugar a aquello que con frecuencia permanece invisibilizado.
La conexión con nuestro cuerpo también implica la aceptación de nuestras emociones. Muchas veces, tendemos a juzgar nuestras emociones, especialmente aquellas que consideramos negativas. Sin embargo, todas las emociones son válidas y tienen un propósito. Al permitirnos sentir y expresar nuestras emociones, estamos honrando nuestra experiencia humana y promoviendo nuestra salud emocional.
Como tantas otras veces, sabemos una vez más, que todo lo ignorado, lo reprimido, que la conciencia intenta apartar por considerarlo incompatible o censurable, sigue insistiendo desde las sombras, cobrando distintas formas con el fin de hacerse oír.
Lo mismo ocurre con las emociones, y las sensaciones corporales. El cuerpo nos avisa constantemente si estamos tensionados, angustiados, si tenemos miedo, si cierta situación nos trajo memorias que nos enojaron profundamente. También nos da señales cuando estamos alegres, o algo nos motiva y apasiona.
A lo largo del día podemos experimentar muchas emociones que preferimos apartar. Y, en cierto modo, es necesario. No podríamos llevar adelante nuestro día a día si estuviéramos constantemente chequeando y rechequeando nuestras sensaciones y emociones.
Sin embargo, deberíamos tener momentos diarios dedicados al registro corporal. Espacios para reconocer dolores, sensaciones, tensiones. Permitiéndonos preguntarnos cómo nos sentimos, qué necesita nuestro cuerpo hoy (¿qué necesitamos hoy?). Esto nos proporciona información clave, nos conecta con el presente, con cuestiones básicas de reconocimiento que nos dan la oportunidad de nombrar, de asociar y de tomar acciones en respuesta a esas sensaciones.
Muchas veces arrastramos tensiones o molestias durante días, siguiendo en «piloto automático». Cumpliendo obligaciones, perpetuando posiciones, hábitos y tensiones que avasallan lo que el cuerpo está intentando comunicarnos. Podemos pasar por alto todo tipo de mensajes que el cuerpo nos envía, e incluso podemos llegar a bloquear estas sensaciones, dejando simplemente de sentirlas.
Permitir una conexión con nuestro cuerpo, con nuestras sensaciones, y las emociones que lo habitan, nos permite dar un paso más en el proceso de aceptación y de integración de aquello que transitamos y que forma parte nuestra. Nos da la posibilidad de admitir y trabajar lo que quizás con frecuencia apartaríamos o ignoraríamos.
Tener un espacio terapéutico para abordar esto a lo que le dimos lugar es ideal, porque de otra manera, y dependiendo de cada sujeto, puede ocurrir que el registro se torne obsesivo, o que de él se desprendan interpretaciones que no colaboren con la estabilidad psicológica que se pretende.
El trabajo terapéutico siempre es personalizado, y debe adaptarse a la singularidad del paciente. Es importante recordar que cada individuo tiene su propio ritmo y proceso, y que el camino hacia la conexión con el cuerpo y las emociones puede variar de una persona a otra. Por lo tanto, es esencial tener paciencia y ser amable con nosotros mismos durante este proceso.