Reconociendo emociones.
Venimos hablando en artículos anteriores sobre las emociones y la posibilidad de trabajarlas creativamente.
El énfasis de todo trabajo con las emociones es empezar por poder distinguirlas, reconocerlas, ubicarlas corporalmente…
Las emociones se manifiestan de manera diversa en cada persona, y poder reconocer cómo nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestras acciones reflejan cada emoción nos va a permitir distinguirlas y aceptarlas.
¿Por qué es importante aceptar y dar lugar a las emociones? Porque nos permite saber ante qué advienen y para qué intervienen. Las emociones nos marcan el camino sobre lo que tenemos que trabajar y nos permiten saber a raíz de qué se desarrollan. Las emociones no son voluntarias. Por lo tanto, son un elemento de señal muy importante en los tratamientos psicológicos.
Si un paciente se angustia al hablar de algo, si su cuerpo se incomoda y se tensiona, esto nos da una señal acerca de ese tema en particular. Nos marca la importancia de cierto material. Por eso es fundamental poder reconocer las emociones, porque advienen ante algo que es importante atender.
En el día a día muchas veces se dificulta este trabajo, que requiere de un nivel de conciencia y atención considerable.
Reconocer las emociones implica virar la atención y la energía hacia el mundo interno, atreviéndonos a conectar con los aspectos que nos movilizan y nos afectan. Implica un riesgo emprender este recorrido porque cuestionamos y trascendemos nuestra aparente estabilidad, en pos de conocer el trasfondo.
Pondremos 4 emociones como ejemplo para poder desarrollar esta capacidad de reconocimiento. Es un recurso que además nos ayuda notablemente para el desarrollo creativo, ya que gran parte de él es posible gracias a nuestro mundo emocional.
La propuesta es la de responder a estas preguntas en primera persona respecto a cada una de las emociones. Son en esencia las mismas, pero cada emoción invita a preguntar cuestiones específicas e intrínsecas a cada una de ellas.
Alegría: ¿Cómo sé que estoy alegre? ¿Cómo se manifiesta esta emoción en mí? ¿Dónde la ubico corporalmente? ¿A raíz de qué acontecimientos externos o internos se suele desarrollar? ¿Cuáles son los gestos que la acompañan? ¿Qué acciones suelo emprender durante o luego de experimentar estas sensaciones? ¿Suelo expresar alegría con frecuencia o me cuesta hacerlo? ¿Cómo lo transmito a otro/as?
Tristeza: ¿En que parte del cuerpo la siento más intensamente? ¿Qué posturas, posiciones adopta mi cuerpo ante esta emoción? ¿Qué evito hacer al estar triste? ¿Qué situaciones movilizan la tristeza en mí? ¿Me cuesta comunicar a otro/as que estoy triste o que necesito compañía/ayuda? ¿Cómo me siento mostrando mi vulnerabilidad?
Miedo: ¿Ante qué situaciones o pensamientos adviene esta emoción? ¿Qué me dijeron a lo largo de mi desarrollo cuando mostraba tener miedo? ¿Cómo me defiendo en situaciones de temor? ¿Cómo experimento esta emoción, qué hago corporalmente? Nuevamente, ¿cómo me siento mostrándome vulnerable ante otro/as?
Enojo: ¿Qué me enoja? ¿Cómo lo vivo en el cuerpo y qué ideas aparecen? ¿Cómo reacciono? ¿Lo comunico? ¿Cómo comunico que algo me enojó o me disgustó? ¿Cuán seguido experimento enojo y entorno a qué temas suele aparecer? ¿Cómo sobrellevo la frustración ante lo que no ocurre como esperaba?
Estas sencillas preguntas nos permiten indagar un poco más en nuestro universo emocional para poder reconocer cómo las emociones pasan por nuestro cuerpo y en qué medida las aceptamos y comunicamos. Es una gran herramienta introspectiva que posibilita tener a las emociones de aliadas para el trabajo personal.