No poner límites es un embate contra la Niñez.
A raíz de lo mencionado en el articulo anterior, podemos desarrollar específicamente las cuestiones cotidianas que siguen resultando en consecuencias negativas para el correcto desarrollo en la Niñez.
En primer lugar, es frecuente escuchar que, a diferencia de épocas anteriores, donde los límites de los adultos se ejercían con excesiva rigurosidad y firmeza. Hoy por hoy, los niños tienen el poder.
De modo que se cree que dadas estas circunstancias, la niñez habría dejado de sufrir perjuicios tales a los vividos en tiempos anteriores.
Sin embargo, la mayoría de las características actuales que podrían pensarse como un progreso en este asunto, o un beneficio, realmente no lo son.
La labilidad en los límites, los ritmos marcados exclusivamente por el niño, sumado a la supuesta mayor libertad de éstos al tener acceso ilimitado a aparatos tecnológicos y objetos de consumo, significan un gran deterioro en la calidad de esta etapa de vida tan importante.
Podemos pensar que lo que ha sucedido es un traslado prácticamente de un polo al otro.
Es correcto distanciarse de los modos de crianza anteriores. Estamos todos de acuerdo en que los límites jamás tienen que pasar por la violencia física, que los niños no deben trabajar y que la “mano dura” no es la forma de crianza adecuada.
La mayoría conoce acerca de los beneficios de propiciar un ambiente que genere un apego seguro, que es necesario el contacto y la comunicación de emociones y afectos entre padres e hijos, y que la forma de poner los límites no tiene necesariamente que ser a los gritos.
También y, cada vez con mayor frecuencia, conocemos la necesidad de una crianza responsable en cuanto a proveer de la información adecuada. Que los niños y niñas sepan cuidar de su propio cuerpo y que conozcan las limitaciones de los demás.
Asimismo es necesario dejar a un lado las estrictas categorías de género, evitando criar en base a preconceptos sobre como deberían comportarse en función de su sexo.
Todo esto implica un gran avance en los modos de crianza y es necesario que sea información de divulgación pública, para que cada familia tome conocimiento de que estamos en un momento donde hemos podido explorar los efectos que un modo nocivo de crianza acarrea para el resto de la vida.
De modo que este tipo de concientización es esencial no solamente para garantizar un desarrollo psíquico mas saludable, sino también para construir futuras generaciones con mayor aceptación, conciencia y respeto por otros.
De algún modo, toda esta nueva información pasó a ser concebida como una forma de crianza basada en “no poner límites”, o en otorgar la absoluta responsabilidad de decisión al niño. Y sobre esto en particular trataremos a continuación.
Los límites son desde todo punto necesarios e indispensables en una buena crianza. El niño o niña necesita del apego y de la contención afectiva, y los límites son parte de esto. No existe la posibilidad de un desarrollo subjetivo si no hay límites de por medio.
No poner límites, esto es, carecer de absoluta dirección y firmeza, es en realidad un gran daño en contra de la Infancia. Se le está cargando al niño con una responsabilidad excesiva y que no le corresponde. Es función del adulto transmitir estos márgenes: marcos que nos sirven para aprender a tolerar la frustración y a convivir con los demás.
Límites que resguardan la privacidad, que separan espacios, y ayudan a regular en cantidad y frecuencia el acceso a objetos de consumo. Límites que ayudan a establecer y aceptar la diferencia entre unos y otros.
Sin límites no hay libertad posible. Hoy se observa como muchos niños sufren de ansiedad, y esto se debe en gran parte a la cantidad de opciones y decisiones que, sin incluso darse cuenta, los padres ponen en sus manos. En la Niñez no se está preparado para decidirlo todo, y la función de los padres es la de guiar y acompañar.
Cuando hay alguna acción que no es correcta, los padres deben marcar al niño que eso no está bien. Este límite tiene que ser puesto con firmeza y claridad. La seguridad de los padres en esta acción provee de tranquilidad al niño, que desarrolla entonces confianza en quienes funcionan como sostén. La inseguridad o no asunción por parte de los padres de su rol de autoridad y guía genera absoluto desasosiego en los niños, que comienzan a detectar que ese sostén no es del todo seguro.
Por lo tanto, es necesario educar e informar sobre los límites como parte esencial del vínculo de amor de padres e hijos. Y fundamentalmente entender que no poner límites, o “preguntarles todo”, no es la forma de criar en la libertad.
Es, inconcientemente, un no cumplir la función, delegándoles a los hijos una responsabilidad que es parental.