Pensar en blanco y negro.
«No todo es blanco o negro», nos oímos decir a nosotros mismos ocasionalmente, y también a personas a nuestro alrededor. Sin embargo, muchas otras veces nos encontramos usando expresiones extremas y absolutistas: utópicas, idealistas, o dilapidantes.
Pensar en blanco y negro, o el pensamiento dicotómico, es producto del pensamiento dualista que, a partir de René Descartes, se extendió a lo largo del pensamiento científico, y así se inculcó en la sociedad occidental.
«Pienso, luego existo», y la Mente separada del Cuerpo, son conceptos que hasta la actualidad nos traen correlatos con los cuales lidiar.
Contemplar la realidad mediante pares de opuestos, sin embargo, es algo que se extiende más allá de Descartes, los opuestos están presentes en la naturaleza, y constituyen contenidos arquetípicos. La simbología oriental del Yin y el Yang, lo representa, entre muchos otros. No obstante, y como este símbolo mismo lo indica, la cuestión no está en los pares de opuestos en sí, sino en poder trascenderlos, y no quedar fijados a esos polos.
Dicho esto, podemos decir que pensar en blanco y negro es un modo de pasar de un polo al otro, sin término medio. Las posturas extremistas nos impiden aplicar un sentido de realidad. Las cosas no son perfectas y tampoco son desastrosas. Cada acontecimiento que vivimos tiene aspectos deseables y otros quizás, angustiantes, y estas características contrarias coexisten.
Freud lo dio a entender al asociar placer y sufrimiento. O al describir el masoquismo, la satisfacción de ubicarse en una posición de dolor o sufrimiento. Esto nos da la pauta de la complejidad del ser humano. La ambivalencia, La Pulsión de Vida y la Pulsión de Muerte, la mezcla y desmezcla pulsional, nos habla también de estas cuestiones.
Cuanto más se enfatiza y engrandece el afecto conciente, igual o más crece el afecto contrario en el inconsciente. Del mismo modo, cuanto más impulsamos lo reprimido a que permanezca inconsciente, tanto más el síntoma avanza.
Carl Jung se ocupó aún más a fondo de las dualidades y sus interacciones, postulando la Función Trascendente, mediante la cual podría, precisamente, trascenderse la tensión entre opuestos. La conciencia y el inconsciente, funcionan como fuerzas opuestas, y su integración a lo largo de la vida es lo que Jung denomina Proceso de Individuación.
Pensar en blanco y negro, es pasar abruptamente de la Idealización a la Crítica salvaje o a la Negación, y se observa cuando ensalzamos o engrandecemos exageradamente algo, o cuando lo destruimos, perdiéndonos de contemplar las pequeñas partes dentro de cada cosa.
Pensando en blanco y negro simplificamos en exceso la existencia, la reducimos, la disminuimos, evitamos confrontarnos con lo complejo, con lo múltiple.
Pretendemos mediante opuestos clasificar, caracterizar, catalogar, ordenar, juzgar. Para controlar o entender, o un poco de ambas. O sos una cosa, o sos la otra, no podés ser las dos, y agregar muchas otras. ¿Por qué no? Podemos y somos las dos a la vez, ¡tantas veces! Sentimos por momentos sensaciones contradictorias, partes distintas en nuestro mundo interno que buscan o desean cosas opuestas. Y si, el ser humano es así de complejo, y en esa complejidad radica la riqueza de nuestra existencia.
Pensar en blanco y negro es una forma de negar esa complejidad. Cuanto más estemos dispuestos a resignar la tranquilidad que el blanco y negro nos ofrece, abriéndonos a aceptar muchas otras posibilidades, tanto para cada uno como para otros, permitiremos adentrarnos, profundizar, darle lugar a lo inconsciente, a lo distinto, a lo ajeno en nosotros, para poder lograr una experiencia más liberadora y auténtica.