Psicoanálisis con niños
En artículos anteriores he tratado de dejar constancia de la particularidad del tratamiento que hace el psicoanálisis con el sufrimiento del niño-más allá de los nombres que el discurso de nuestra época quiera ponerles.
Para hablar del síntoma desde el psicoanálisis con niños, habría que abordar no solamente sus fundamentos conceptuales, teóricos, propios del psicoanálisis, sino también situar cómo inciden estas conceptualizaciones en la práctica clínica misma con niños.
Así, podemos hablar en principio de las «modalidades del síntoma»: los variados y particulares modos que tiene el niño, en tanto respuestas frente a lo real.
Siguiendo las puntalizaciones que hace J- A Miller a partir de la enseñanza de Lacan, podemos situar tres modalidades.
Una es la que nos comunica Lacan en su texto «Dos notas sobre el niño»; es decir, aquella en la que el niño se presenta como síntoma de la pareja de los padres; o bien, como síntoma de la madre.
En segundo lugar, aquella modalidad que ubicamos en la lectura que Miller hace de este texto lacaniano -que les nombré recién- en «El niño entre la mujer y la madre». Allí encontramos que el niño puede asumir dos posiciones: o divide a la madre, o bien, la colma.
Una tercera modalización del síntoma en el niño es aquella que se pone en juego en al dirección de la cura, a saber, la construcción de un síntoma propio.
Estas tres modalidades se articulan entre sí, pero lo importante es que cada una de ellas nos ofrece clínicamente una manera particular de operar.
Hemos dicho, con Lacan, que el síntoma es una respuesta propia de cada sujeto en su encuentro con lo real. Una respuesta que le permite una manera singular de arreglárselas con eso que no anda, que no funciona. Así, analizar a un niño tendrá que ver con el tratamiento de ese modo particular de respuesta, algo que lo ubica desde el principio como sujeto.
Ahora bien, que el niño sea sujeto de la experiencia será algo a verificar en el caso por caso, porque con lo que nos encontramos de entrada es con la demanda de los padres. Son ellos los que hacen la consulta, muchas veces derivados por el gabinete psicológico o por los maestros… O puede ser que, en el mejor de los casos, la demanda sea de los padres mismos, o de uno de ellos. No es que viene el niño a pedir una cita. La demanda adviene, eso sí, porque alguien ha advertido que algo no anda…
Pero si bien alojamos esa demanda, escuchamos lo que los padres tiene para decir al respecto, como analistas no debemos olvidar que el sujeto en cuestión allí, en la experiencia misma, es el niño.
El psicoanalista es la localización de un significante (nos dice Lacan en «El saber del psicoanalista») que marcó un punto del cuerpo, que reproduce una producción neurótica. De esta manera, el analista está en la misma posición del padre traumático, con la diferencia de que el analista, por la posición que asume en la cura, reproduce la neurosis de una manera «deliberada», mientras que el padre lo hace de una manera inocente.
En el artículo que viene abordaré con más detalle estas tres modalidades del síntoma en el niño.
FUENTE: SALMAN, S. Comp. «Psicoanálisis con niños.Los fundamentos de la práctica»