¿El psicoanálisis evaluado?
Es una pregunta que nos atañe a los que practicamos el psicoanálisis, ya que en esta época donde el Amo es el Saber acompañado de técnicas de evaluación y dirigidas a individuos tomados como objetos, ¿qué lugar para el psicoanálisis?
Mucho, mucho lugar para el psicoanálisis, que lejos de desaparecer toma cada vez más fuerza en tanto hay psicoanalistas; en tanto haya deseo del analista, el psicoanálisis seguirá superviviendo.
Y en tanto haya síntomas, claro. Y creencia en ellos, por supuesto. Este es un punto crucial en este debate.
Muchos creen, ilusos, que las neurociencias son el futuro, y que incluso retoman cuestiones del psicoanálisis, entonces no tendríamos razones para cuestionalas…Y esto es un engaño frente al que creo que tenemos que estar advertidos. Porque estas pretensiones de incluir al psicoanálisis dentro de las neurociencias (retomando el «Proyecto…» freudiando, anterior a su teoría del inconsciente) no son más que un intento de reabsorber el psicoanálisis en una ética que nada tiene que ver con la ética del deseo.
¿Puede evaluarse el psicoanálisis? Otra vez esta pregunta aparece cuando trabajamos en empresas, o para empresas de salud que nos piden protocolos, evaluaciones varias, etc.. Pues no, por el sencillo hecho que el psicoanálisis se trata de otro discurso.
Pero el intento está…Respecto de esto, vayamos al síntoma, a aquello que se escapa del control de la ciencia. Aquello que no entra en el universo de lo susceptible de controlar.
El síntoma, tanto para Freud como para Lacan no tiene una causa genética, sino que se trata de una elección subjetiva, una elección del sujeto. Si volvemos a una teoría de las enfermedades que se base en la degeneración hereditaria, se da por inválida la noción misma del síntoma en Freud, quien sostenía que éste ignora lo anatómico, y que se trata más bien de un goce, de una satisfacción pulsional, libidinal.
Por otro lado, el síntoma no se puede comparar. Es lo más singular de cada uno, en principio, se trata de la modalidad que cada uno inventa para poder hacer algo con esa marca insondable que nos deja el hecho de pertenecer al mundo humano. Se trata de letras que condensan goce en el cuerpo, y el síntoma, lejos de ser aquello que debemos eliminar, es una solución subjetiva.
El síntoma tampoco es objetivable. El analista forma parte del síntoma, debe complementarlo de laguna manera para que pueda convertirse en un síntoma analizable en transferencia; es decir, para hacer existir el inconsciente, el analista no es el que trata al síntoma como un objeto, sino más bien lo hace sujeto del inconsciente.
La clínica psicoanalítica, al ser cultural, es decir, dependerá siempre del discurso del Amo en juego, al que debe interpretar.
La evaluación hace perder al síntoma su singularidad, y el sujeto termina convirtiéndose en un hombre medio. Lacan mismo nos decía que el hombre medio no existe.
De esta manera, las estadísticas no es más que cientificismo, una ficción que hace creer que ese hombre medio existe; y hacen del psicoanálisis una especie de contrato terapéutico para que sea posible su entrada en el mercado común de las terapias cognitivas.
Insisto, el psiconálisis existe si hay psicoanalistas. Y por suerte o por desgracia, somos muchos…
FUENTE: MILLER, J-A. «Piezas sueltas» Ed. Paidós, 2013