Psicología de las Mafias
No puede ser mafioso un miedoso.
Las mafias son organizaciones clandestinas que se unen para delinquir con el fin de obtener poder para generar ganancias, mediante la explotación de recursos, fuera del ámbito de la ley.
La personalidad del mafioso tiene características psicopáticas, tendencias que bordean el límite fronterizo de los sub-normales.
Se trata de personas con desequilibrios caracterológicos difíciles de diagnosticar; como el caso de los psicópatas perversos constitucionales, cuyos crímenes no pueden ser considerados como patológicos más que en razón de su desequilibrio de carácter o de su inmadurez afectiva.
Las enfermedades mentales tienen como origen una predisposición hereditaria, constitucional, o endógena. El campo propicio más los factores ambientales, como la familia, las experiencias de la infancia, los abusos y las privaciones afectivas, son los factores detonantes para la manifestación de estas patologías.
Se trata de personas con una base endógena y con una historia familiar muy conflictiva, con padres alcohólicos o ausentes, que no han recibido expresiones de afecto ni estímulos, que se han criado en soledad, experimentando experiencias de abandono, o que han sido abusados sexualmente o castigados brutalmente por sus progenitores.
La personalidad psicopática se caracteriza por la falta o distorsión de los valores morales, la ausencia de sentimientos de culpa, el individualismo y los delirios de grandeza.
Son personas de alto nivel intelectual y un gran nivel de razonamiento, que parten de premisas falsas.
Poseen gran magnetismo y un discurso con características hipnóticas por su capacidad de convencimiento, que utilizan para manipular a las personas al servicio de sus propios objetivos.
No pueden amar porque están inundados de odio hacia ellos mismos, que tratan de proyectar hacia los demás mediante un comportamiento violento y sádico.
La psicopatía es una enfermedad mental que se considera incurable, no afecta el razonamiento lógico y la persona puede parecer normal, ya que sólo se manifiesta cuando la conducta adopta actitudes megalómanas o comete violaciones, actos de vandalismo y criminales sin ningún cargo de conciencia ni arrepentimiento.
Un psicópata no tiene nada que perder ya que se odia a si mismo, puede desafiar a la muerte y no tenerle miedo, adoptando conductas temerarias que hace que los demás lo respeten y le teman.
Sin embargo, la persona mafiosa necesita también sentirse incluida en la sociedad en que vive y ser aceptada, por lo tanto, aparenta ser un ciudadano respetable, que vive en familia, va a la iglesia, hace beneficencia y cumple con todos los requisitos sociales para pertenecer.
La gente que lo rodea puede saber que su poder proviene de negocios ilegales, sin embargo, sus usuales contactos con el poder político y el beneficio de la duda permiten que igual sea aceptado.
Una persona normal, con valores pero con gran ambición, se puede sentir tentado a involucrarse en un medio con características mafiosas para obtener ganancias rápidas.
Son los jóvenes los que suelen sucumbir ante las posibilidades ilimitadas que le ofrecen los negocios turbios.
Pero no se puede servir a dos amos, como la propia conciencia moral y la mafia, porque la que gana siempre es la conciencia, que termina por no aceptar las reglas de juego.
La ley de la mafia es mucho más severa que el sistema legal de cualquier sociedad, porque la traición se paga con la muerte.