Redes sociales y sus efectos psicológicos.
Las redes sociales han cambiado todo. El modo de comunicarnos, la forma en la que invertimos nuestros ratos libres, la manera de interactuar, de mostrarnos, el umbral entre lo público y lo privado.
Las generaciones más jóvenes tienen internalizados sus ritmos y estructuras. La incidencia desde el plano psicológico y social es enorme, y se ha producido todo este movimiento en un período relativamente corto de tiempo.
La red social modificó el concepto de «amigo», introdujo el término «seguidor» y habilitó la posibilidad de que cualquier individuo con tiempo y ganas de mostrar algo tenga su público. Esto tiene dos caras. Por un lado, genera más independencia y posibilidades. Por otro, el hecho de la amplitud de posibilidades puede generar mucha ansiedad. La sensación de que cualquiera con un smartphone tendría las mismas posibilidades de «triunfar» puede generar frustración y sensación de quedar atrapado en las dinámicas de la red social.
Quienes se mantienen al margen, ya sea por elección o por razones socioeconómicas, quedan, en gran medida, aislados del sistema.
Las redes son una suerte de ventana-espejo. Mediante ellas nos mostramos al mundo pero también nos vemos a nosotros mismos. Mostramos lo que elegimos mostrar, lo que creemos será valorado por otros. A través de las redes sociales se juegan, de manera abierta, a veces demasiado, juegos de seducción y mostración. Se divulga información, se muestran opiniones, luchas, se defienden principios. Se difunden discursos dogmáticos o fanáticos. Se participa en juegos individuales y colectivos, y también se expresa odio y rechazo de manera personal o anónima. Se puede mentir, o hablar a través de cuentas falsas fácilmente. Se puede opinar de todo sin mostrar la cara…entre muchas otras.
El «me gusta» cobra una dimensión distinta. De repente, y a través de las redes, lo que nos gusta o lo que no se amplía y, a la vez, se diluye. Es la trampa de la herramienta misma, todo lo que potencialmente es una posibilidad de despliegue, puede dejarnos en la nada o potenciar los aspectos más terribles.
Las redes sociales tienen un impacto psicológico sumamente significativo. El aumento de la ansiedad, como dijimos, es un rasgo fundamental. La velocidad de las redes sociales, la generación de nuevo contenido permanentemente puede generar gran ansiedad. Para quienes consumen lo de otros, o para quienes lo crean. Se genera fácilmente una sensación de tener que seguir el ritmo de algo que nos excede.
Esto puede llevar también a episodios depresivos ante la frustración de sentir que no se puede alcanzar ese «ideal» (figuras que se muestran «exitosas» en la red social). A la vez, tanta información e imagen circulando velozmente puede asimismo provocar abatimiento y cansancio. Distracciones y procastinación que impiden enfocar la atención hacia proyectos o iniciativas propias.
Hay una tendencia bastante marcada a quedar atados como observadores pasivos, de manera crónica y automática, a los contenidos de las redes sociales. Sin que esto lleve a intervenir o a accionar, funcionando simplemente a modo de escape.
Es muy importante plantearse cuestionamientos sobre la época en la que vivimos y los adelantos tecnológicos de los cuales estamos rodeados. Renegar de ellos no resuelve el asunto. Las redes sociales ofrecen muchísimas ventajas siempre que se puedan utilizar con criterio, cuidando la salud mental y emocional y detectando cuando el consumo está resultando excesivo o perjudicial.
Las redes sociales deben ser una herramienta que usemos en función de nuestras necesidades, no que ellas nos usen a nosotros, dejándonos atrapados en sus telarañas. Para eso es fundamental poner límites en su uso, poder suspenderlo cuando se crea necesario y consultar si se presenta dependencia o ansiedad asociada a ellas.