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Resistencia al cambio, ¿Por qué ocurre?

Publicado por Lic. Maria V.

Los seres humanos perpetuamos patrones que nos han ayudado a sobrevivir en épocas anteriores. A diferencia de los animales, tenemos raciocinio, conciencia de nuestra finitud y capacidad de pensar sobre nosotros mismos. La concientización de estos aspectos es la que nos permite cambiar y la que nos transforma en seres tanto más complejos.

El cambio, entonces implica una ruptura de los modos previos, y, por lo tanto un riesgo. El cambio de esos patrones que en teoría nos protegían significa enfrentarnos a lo nuevo, lo no conocido, aquello que aún hay que explorar porque no conocemos verdaderamente sus resultados. Esta incertidumbre que genera enfrentarse al cambio, es lo que hace que muchas personas prefieran simplemente no hacerlo.

La resistencia al cambio puede llevar a la parálisis de la acción. Así, la persona intenta no cambiar nada significativamente, porque toda modificación le produce profundo temor y angustia.

Los cambios tanto positivos como negativos pueden en igual medida producir este temor. No es la cualidad del cambio lo que genera miedo sino el hecho mismo de romper con una estructura estable previa. Los cambios implican la necesidad de asimilar y acomodarnos, al modo descrito por Piaget, a esta nueva situación. Debemos, entonces, salirnos de nuestra zona de confort.

La idea del cambio que se desprende de su etimología (del latín, cambium, del galo, cambion) y de las distintas acepciones del término (la económica, por ejemplo) incluye la acción de cambiar, y se vincula a su vez con la transformación, la variación, el trueque, el reemplazo. Por eso, podemos pensar en este sentido que el cambio implica, dar algo para obtener algo. Cierto movimiento debe emplearse para que lo nuevo advenga. Si nuestra estructura es rígida e inflexible difícilmente un cambio pueda advenir.

Siguiendo este pensamiento podemos vislumbrar que la dificultad se presente al tener justamente que ceder, dejar ir algo, para poder permitir dicho cambio. Somo seres de hábitos, podemos llegar a aferrarnos fuertemente a aquello que nos es cómodo y conocido. 

Nuestra sociedad actual se enfoca enormemente en el acto de poseer. Las posesiones (materiales, de saberes,  experiencias, vínculos…) se transforman en el objetivo de muchas personas, creyendo que cuanto más se tiene más feliz se va a llegar a ser.

Afortunadamente ya en estos tiempos se observa que el psiquismo no funciona así. El sentido de posesión es el que dificulta el desprendimiento de estructuras o patrones previos que muchas veces deben retirarse para dejar paso a nuevos.

Y esto no es solamente así desde el punto de vista de la psiquis individual, sino tambien de lo colectivo. Así, observamos los cambios de paradigmas gestándose a lo largo del tiempo, muchas veces siendo negados o invisibilizados, para luego aparecer en forma de tremendas rupturas o crisis.

Aceptar el cambio tiene relación con un trabajo profundo sobre uno mismo y un registro de lo que tanto individual como colectivamente necesitamos. Los procesos que nos permiten visibilizar aspectos propios, transmitidos y heredados nos vuelven más concientes y facilitadores del cambio.

Los cambios son los que nos permiten avanzar, o movernos de posición. El riesgo de lo «no conocido» al que nos enfrentamos al querer cambiar es intrínseco a este movimiento pero absolutamente necesario si se pretende evolucionar.