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La Velocidad del Cambio-Parte I

Publicado por Malena

La Velocidad del Cambio

Para huir de la ansiedad aumentamos la velocidad

La adaptación psicológica a los cambios, cada vez más acelerados, es la nueva enfermedad actual y lo más grave no es la orientación del cambio sino su ritmo vertiginoso.

Debería haber un equilibrio entre la velocidad del cambio del medio y la rapidez limitada de la reacción humana, pero como no lo hay, la enfermedad del cambio se propaga con la misma velocidad.

Los hechos son cada día más fugaces y se tornan obsoletos ni bien irrumpen en una realidad cada vez más cambiante. Se han convertido en elementos perecederos que se degradan ni bien salen a la luz.

Mucha gente tiene graves dificultades para mantenerse al nivel de las incesantes exigencias de cambio al sentirse inmersos en una cultura extraña.

Todo en la naturaleza y en la realidad social es un proceso; no existe una inmutabilidad de las cosas, porque todo, incluyéndonos a nosotros mismos, estamos en proceso de cambio, pero la evolución cultural y social es demasiado rápida.

La tecnología es el poderoso motor del cambio que rige la mayoría de los demás procesos sociales, porque necesita para su aplicación: métodos, técnicas, sistemas, estructuras, procedimientos y símbolos a los cuales hay que adaptarse.

La tecnología se alimenta a si misma produciendo nueva tecnología formando un círculo que se refuerza a si mismo; o sea, que es un proceso que comienza con la idea creadora, continúa con su aplicación práctica y sigue con su difusión, la cual a su vez inspira nuevamente a la creatividad.

Ese círculo cada día que pasa circula más y más rápido, porque las nuevas máquinas o técnicas no son meros productos sino que se convierten en nuevas ideas creadoras, de manera que si consideramos la tecnología como un gran motor, el conocimiento pasa a ser el combustible.

La aceleración de los cambios incide en la vida cotidiana abreviando la duración de casi todas las situaciones vitales, limitando la calidad de la experiencia.

La velocidad de los acontecimientos también multiplica la cantidad de roles y elecciones que tenemos que hacer, y toda esta rapidez disminuye la capacidad de atención adecuada que necesitan todas las situaciones.

Las situaciones nuevas superan ampliamente a las viejas, de manera que es imposible utilizar la experiencia para simplificar el aprendizaje.

Todo cambio externo tiene que ir acompañado de un cambio interno y este proceso puede cumplirse cada vez menos, produciendo en la gente sentimientos de frustración.

La aceleración del ritmo de la vida produce una consecuente incomprensión generacional dividida por la tecnología.

Pero el mundo no progresa todo en la misma medida. Existen poblaciones que todavía viven en el pasado; y este profundo abismo que los separa del resto del mundo, también hace difícil la comprensión mutua.

Muchas personas sufren de depresión ansiosa debido a que se han acostumbrado a estar en permanente acción y no pueden parar, por eso los viajes se han convertido en la droga de los hiperactivos.

El tiempo pasa más de prisa para los mayores, en cambio para los jóvenes, dos años para terminar una carrera les puede parecer una eternidad; y muchos conflictos psicológicos familiares parecen deberse a diferencias en la velocidad en que viven.

Somos seres efímeros y la transitoriedad es parte de la vida, pero hoy en día el sentimiento de impermanencia es más agudo e íntimo que antes.

Estamos transitando la era de la transitoriedad. Las relaciones son frágiles, las ideas son coyunturales, las cosas no perduran, y los trabajos y las organizaciones son inestables.

Relaciones que antaño duraban largos períodos de tiempo tienen ahora expectativas de una vida más breve.

Este estilo de vida abreviado, origina un sentimiento colectivo de desarraigo porque se vive sobre una base vacilante donde las relaciones del hombre con todas las cosas son cada vez más breves.

Antes se hacían las cosas para que durasen, en sociedades con vocación hacia lo permanente, pero la alta tecnología tiende a rebajar los costos de fabricación y esto significa que ahora resulta más barato sustituir que reparar.

Se considera entonces más sensato fabricar productos de menos calidad que se tiran una vez usados. Estamos en la era del “úselo y tírelo”

Continúa Parte II

Bibliografía: «El shock del futuro», de Alvin Toffler, Plaza y Janes S.A. Editores, Barcelona, España, 1974