La Velocidad del Cambio-Parte II
Para evitar la depresión aceleramos la acción
Los avances en el desarrollo tecnológico permiten mejorar los productos con el paso del tiempo. La computadora de la segunda generación es mejor que la de la primera y peor que la de la tercera; y resulta lógico económicamente construir para un lapso breve más que para un lapso largo.
En los Estados Unidos, donde se registra con más profundidad este fenómeno, las estructuras de los edificios se proyectan para que puedan ser readaptadas para futuras necesidades; como por ejemplo las aulas de las escuelas, o los recintos móviles para exposiciones, las cúpulas geodésicas, las ampollas de plástico inflables y toda una serie de estructuras temporales para poner o quitar según las necesidades transitorias emergentes.
La tendencia de los jóvenes a alquilar viviendas en lugar de adquirirlas implica un menor compromiso y señala la preferencia por relaciones cada vez más breves, tanto con las personas como con los lugares con los que se conectan. Esta tendencia también se refleja en la creciente popularidad de los servicios de suscripción para todo, desde la música hasta la ropa, que ofrecen la posibilidad de disfrutar de una variedad de experiencias sin la necesidad de un compromiso a largo plazo.
Lo mismo pasa con el auto, que para muchos es un objeto muy apreciado, pero no tanto como para convertirse en un afecto a largo plazo; y productos que solían venderse durante 25 años no suelen durar más de cinco años en el mercado. En el mundo digital, los productos y servicios se actualizan constantemente, lo que significa que incluso los dispositivos y aplicaciones que usamos todos los días pueden cambiar drásticamente en cuestión de meses.
En el país del Norte, el dueño de un auto lo conserva durante un promedio de tres años y medio y mucha gente acostumbra cada vez más a alquilar autos en lugar de comprarlos, porque les resulta más cómodo. Al mismo tiempo surgen toda clase de comercios donde todo se alquila y nada se vende. El alquiler abrevia aún más la relación del hombre con las cosas.
En otras épocas muchos nacían y morían en la misma casa, otros se mudaban sólo al casarse y los menos cambiaban más de una vez de residencia. Actualmente las mudanzas de un lugar a otro son habituales, a pesar de significar un alto grado de stress, sin embargo, el hecho común de no contar con una casa propia y de vivir en casas o departamentos alquilados permite una mayor movilidad. Esta movilidad también se refleja en la forma en que trabajamos, con cada vez más personas optando por trabajos remotos o freelance que les permiten cambiar de ubicación con facilidad.
Las relaciones personales son de interés limitado y siempre en términos funcionales, de modo que también se van tornando intercambiables, porque siempre habrá otro que podrá hacer lo mismo con eficacia. En la era de las redes sociales, nuestras relaciones se han vuelto más fluidas y menos permanentes, con amistades y conexiones que pueden formarse y disolverse con un simple clic.
Los niños que más han tenido que cambiar de residencia en sus vidas muestran una clara tendencia a evitar relacionarse demasiado, como si desearan evitar nuevos lazos humanos que tal vez pronto podrían romperse. Este fenómeno también se puede observar en la generación más joven, que tiende a preferir las interacciones digitales a las físicas, lo que puede permitirles mantener una cierta distancia emocional.
El impulso acelerador también se refleja en las organizaciones. Los lazos del hombre con su trabajo cambian con creciente rapidez, y los cambios de sistemas de trabajo son cada vez más frecuentes. En la era de la economía gig y el trabajo remoto, las personas pueden cambiar de trabajo o incluso de carrera con una facilidad sin precedentes.
Esta realidad ha modificado la actitud del hombre, que ha cambiado su sentido de lealtad hacia la empresa por la lealtad hacia su propia profesión, debido principalmente a su propia movilidad laboral, ya que él mismo se está convirtiendo en el responsable de administrar su carrera.
Emerge así una nueva clase de hombre que no está básicamente comprometido con ninguna empresa en particular sino con su propia carrera y con su propia realización personal. La transitoriedad en este sentido resulta liberadora.
No hay nada que se produzca y se destruya más rápidamente que una celebridad instantánea. Las imágenes mentales de los famosos se han vuelto cada vez más temporales y las modas se extinguen a una velocidad vertiginosa. En la era de las redes sociales, la fama puede ser efímera, con celebridades que surgen y desaparecen en cuestión de días o incluso horas.
En las sociedades tecnológicas el cambio es tan rápido, que las verdades de ayer se convierten súbitamente hoy en ficciones y los miembros más aptos e inteligentes confiesan lo mucho que les cuesta absorber el alud de nuevos conocimientos, incluso en campos específicos, porque es imposible leer todo lo que se escribe.
La rapidez de la pérdida de actualidad de los conocimientos provoca la breve temporalidad de un libro. Muchos libros no son más que revistas de una sola tirada y el interés del público es breve aunque se trate de algo muy popular. En la era digital, la información se vuelve obsoleta rápidamente, y los libros y artículos que eran relevantes hace un año pueden ser irrelevantes hoy.
Así, el conocimiento también, como las cosas, las personas, los lugares y las distintas formas de organizaciones se vuelven cada día más y más fugaces.
Bibliografía: “El shock del futuro” de Alvin Toffler, Plaza y Janes, S.A. Editores, Barcelona, España, año 1974