Personas que se victimizan, ¿Por qué ocurre?
La victimización es muy frecuente de observar en personas a nuestro alrededor o en conductas en nosotros mismos.
Pero, ¿Qué es victimizarse? ¿Cómo podemos distinguirlo del mero sufrimiento?
La diferencia está entre el término víctima, y victimizarse. Quien está sufriendo y recibiendo agresiones de un otro o de un grupo es una víctima. Victimizarse es un hacer de la persona que le trae ciertos beneficios.
No nos estamos refiriendo en este artículo a la victimización o revictimización que es algo que ocurre en el tratamiento a las víctimas de violencia de género, por ejemplo, en marcos judiciales e institucionales. En estos casos es el sistema u otros lo que victimizan y revictimizan a la persona.
En el presente artículo nos referimos a personas que ejercen la posición de victimizarse, como recurso.
La diferencia quedaría entonces enmarcada en esto. La victimización a la que aquí nos referimos es una utilización de la posición sufriente. Posición que se sostiene porque así el individuo se ahorra algo. Se ahorra la responsabilidad presente en lo que está viviendo.
Este tema es complejo porque muchas veces se trata a personas que están siendo víctimas de abuso como seres que «se victimizan», minimizando la magnitud de la agresión o colocando en un mismo plano a ambos individuos. Por eso decimos que la diferencia es sutil y tiene que ver con el caso por caso.
Freud en sus consultas ubicaba la «bella indiferencia» en sus pacientes con histeria. Esta indiferencia las sostenía en un estado de queja y reproche a otros, manteniéndolas en perpetua posición de víctimas, de un no hacerse cargo de lo propio que se ponía ahí en juego. Hoy tenemos mucha más información, sobre todo de los sesgos patriarcales que enmarcaban la teoría freudiana. Sabemos que hay histerias masculinas, y que las mujeres son lamentablemente el foco de toda suerte de agresiones y de femicidios, que ocurren con gran regularidad.
Dicho esto, podemos ampliar lo observado por Freud y pensar en esos individuos que, en general, parecen no notar su participación en nada de lo que les pasa. Todo es culpa de alguien más. La proyección de todos sus males en el exterior, libera a la persona de conflicto interno.
La victimización tiene que ver con esto. Es un estado de queja recurrente, y de ubicación de todos los males en alguien más. Posición que genera gran alivio. Ahora, no es posible sostener esta posición en un tratamiento psicológico. La posibilidad de cambio viene unida a la de responsabilidad. La concientización de los propios aspectos sombríos en lo que sea que nos sucede es el punto de partida para un cambio de posición, para una integración posible.
Jung conceptualizó a la sombra como aquello que queda relegado a la conciencia. Aquellos aspectos rechazados o no desarrollados del Yo que van constituyendo una entidad separada, con su propia autonomía. La sombra personal es proyectada en otros, y sólo a través de ellos podemos reconocerla. El desafío de enfrentarse a la sombra y, posteriormente, integrarla, implica hacer ese movimiento contrario, en el que reconocemos como propios ciertos aspectos o impulsos sombríos.
De estar la sombra proyectada todo el tiempo en otros y sin concientización de ese proceso, es sencillo caer en la victimización y la culpabilización constante de ese otro. Los chivos expiatorios surgen, precisamente, de la condensación de esa sombra grupal o familiar entorno a una misma persona.
Sea cual sea la perspectiva teórica desde donde lo observemos, la victimización se ejerce porque hay satisfacción y cierta comodidad que la sustenta. Pero todo trabajo psicológico profundo requiere poder desarmar este mecanismo, encontrando el reconocimiento de aquello que es esencial para el cambio: los propios puntos oscuros y la propia participación en lo que nos sucede.