Sentir un divorcio
Nos casamos pensando en que será para toda la vida. Estamos seguros de que seguiremos amando a esa persona día tras día y sin siquiera darnos cuenta, nuestra maravillosa relación navega irremediablemente a la deriva. Los acontecimientos se precipitan y en nada estamos divorciados. El divorcio es un suceso tremendamente estresante que nos sume en sus inicios en un estado de confusión y de vulnerabilidad difíciles de controlar. Por eso, tendremos que rodearnos de personas que nos brinden apoyo y a las que podamos recurrir para expresar nuestro malestar y tristeza.
La personalidad de cada persona es un factor primordial a la hora de elegir una estrategia de afrontamiento u otra. Gestionar el dolor a veces es desconcertante y no todo el mundo está en disposición de atravesarlo por la carga de sufrimiento que supone.
El proceso emocional de divorcio hace un recorrido que va desde la conmoción o la ira iniciales, pasando por un periodo de desorganización integral hasta que todo se va normalizando y se reorganiza la vida de manera diferente y adapatada a la nueva situación.
En caso de que hayan hijos de por medio, la situación se complica un poco más porque al impacto emocional de un divorcio se añade la presión de que el divorcio no ocasione perjuicios innecesarios a los hijos, lo que requiere, en ocasiones, un verdadero esfuerzo de las partes implicadas.
Las consecuencias de un divorcio tienen lugar en diferentes dimensiones. La dimensión fisiológica se caracteriza por la presencia de alteraciones en el sueño, trastornos en el apetito por exceso o por defecto, cansancio, y nerviosismo continuo.
En la dimensión emocional se producen numerosos desequilibrios. El vacío que se siente en los momentos iniciales, sobre todo en las persona que debe abandonar el domicilio conyugal, genera sentimientos de tristeza y de incertidumbre que tendrán que ser percibidos como totalmente normales e inherentes a la situación.
El miedo, la rabia, el llanto o la posible culpa se convertirán en compañeros diarios con los que tendremos que aprender a convivir sabiendo que, pasado un tiempo, nos abandonará para poder continuar con nuestra vida de un modo positivo.
Además, a nivel social y económico nos encontramos con nuevas situaciones que normalmente son desventajosas. El círculo de amigos comunes a ambos miembros de la pareja tendrán que dividir sus atenciones en el mejor de los casos. Es frecuente que algún amigo se posicione a favor de una de las partes y en contra de la otra, por lo que es posible sufrir alguna decepción en este sentido. La parte positiva es que pronto se incorporarán nuevas amistades que aportarán a tu vida novedad. Hasta puede que te ayuden a transformarte en alguien distinto que desconocías.
Económicamente, el divorcio suele implicar una disminución del dinero disponible para ambas partes puesto que los gastos aumentan al tener que abonar los gastos derivados del mantenimiento de dos viviendas, por no hablar de las pensiones tanto de cónyuge como de hijos en determinados casos. Este aspecto genera bastante ansiedad y suele ser el mayor foco de conflicto entre los miembros de la pareja.
Por tanto, por el bien de todas las personas implicadas en un divorcio, se aconseja dejar a un lado odios y rencores a la hora de negociar las circunstancias más peliagudas y recurrir a profesionales que se encarguen de las negociaciones en caso de que la relación esté muy desgastada.