Angustia, amor y deseo
Podemos retomar lo que alguna vez comenté, tal vez a partir de textos freudianos, lo que trata de la degradación de la vida amorosa, que podemos afirmar es la marca 100% masculina de la diferencia entre el objeto de deseo y el objeto de amor.
Esto es, si él se ubica bien en el deseo es porque no ama; y si ama. no se puede ubicar en el deseo.
En cambio, en el punto en que esto no es un 100% en la mujer, la cuestión se plantea como una coalescencia entre el deseo y el amor. Pero la coalescencia entre el deseo y el amor en la mujer no se puede explicar por una diferencia respecto del régimen fálico (como en él)
Si hay coalescencia en ella es porque hay algo que está fuera del régimen fálico, por lo cual no sirve para nada para la histeria encontrarse exactamente las mismas diferencias.
Freud podía, en un punto, dar ejemplos de dichos femeninos, como por ejemplo «¡que bueno! Èl me contiene, es comprensivo, charlamos, todo lo que yo quiero de un hombre, pero pasa algo con otro que es más bien de otro orden… que tiene todos los rasgos puestos, es decir se puede encontrar ahí una diferencia de…falo.
Y tenemos lo que decía Freud del hombre protector, como una de sus posiciones en la vida amorosa. Pero bueno, son diferentes modos de ejemplificar la degradación de la vida amorosa a nivel de la histeria y la imposibilidad de conciliar eso.
Si en la mujer hay una posibilidad de conciliarlo es porque hay algo fuera de ese régimen, porque dentro del régimen fálico eso es inconciliable, es irreductible, siempre va a la degradación, siempre va a la diferencia.
Es porque entonces en ese primer tiempo, para una mujer, no tener la respuesta fálica inmediata, se constituye en un segundo tiempo, pero siempre quedan resabios de esa angustia;y por más que se constituya la respuesta fálica nunca es una respuesta contundente.
Siempre se mantiene esa angustia. Y hay algo más en ese punto, pero es en ese punto donde se pueden reunir deseo y amor de un modo distinto, en ese punto, dentro del régimen fálico tenemos la separación.
Así que, para circunscribir la cuestión del deseo del analista va a tener que ir más allá del régimen fálico, en el camino del deseo del analista.
Dice Lacan que esa relación con el deseo del Otro es lo que le permite a ella dedicarse al psicoanálisis, y dice Lacan que pueden ser las mejores analistas -cuando no ocurre lo contrario…
Es esa relación con el deseo del Otro lo que las puede hacer mejores analistas, por decirlo de alguna manera, porque aquí quien va a encarnar la «mantis religiosa», quien va a encarnar el ¿qué me quiere? para el analista, va a ser el paciente.
Del lado de los analista hombres, Lacan no pone tantas fichas y tanta esperanza, es que a nivel de la contratransferencia en los hombres, Lacan no espera nada.
Pero es un tema que tiene todo un desarrollo y fundamentos que no simplifican la cuestión a reducir a que las analistas mujeres son mejores que los analistas hombres; se trata más bien de «lo femenino» que va más allá de la posición sexuada del analista…