Del estructuralismo al continuismo
Jacques Alain Miller destaca dos formalizaciones en la enseñanza de Jacques Lacan:
1)El Lacan “estructuralista”, como se le suele llamar. Una enseñanza marcada por el Nombre del Padre, por lo que a partir de su presencia o ausencia se estructura toda la clínica.
2)Luego tenemos el “último Lacan”, cuya enseñanza está atravesada por el nudo borromeo, y que está fundada en la “forclusión generalizada”, o esta frase irónica de Lacan que dice algo así como que todos somos locos, todos deliramos, y que cada uno inventa su manera propia de hacer con esa falla universal.
Este último periodo también es el que está marcado por la clínica del sinthoma, con h; de modo que un síntoma puede tener la función del Nombre del Padre.
Esta diferenciación la establece Miller en una Conversación en Arcachon, en el año 1997. Esta fecha también hace referencia al final del Seminario que dio junto a Eric Laurent, y que llamaron “El Otro que no existe y sus comités de ética”. Allí evidenciaban lo precario del orden simbólico en esta época. Un orden simbólico que tiene como garante al Nombre del Padre.
A partir del ’60, Lacan dijo que no hay Otro del Otro, y destaca el significante del Otro barrado: S(A barrado). Si seguimos una línea cronológica, en este sentido, a partir de allí pluraliza el Nombre del Padre, a partir de lo cual la noción de “real” toma otro estatuto: se trata de un real sin Ley -ese del que tanto se ha hablado en el último Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, el mes de abril próximo pasado, en París.
Un real que no tiene una ley Universal que lo rija, que lo ordene y organice. Se trata también de un nuevo simbólico; un orden nuevo con el que cada uno deberá arreglárselas, un Otro que en los ’70 “no existe”: el Otro no existe.
Esto nos lleva entonces a replantear la cuestión estructural respecto de las grandes estructuras clínicas: la psicosis, la neurosis, y la perversión.
En el último Lacan encontraremos las nociones necesarias para abordar esas psicosis no desencadenadas, esas psicosis “ordinarias”. En la clínica borromea lo que se pone en juego es el modo de anudamiento de los tres registros (real, simbólico e imaginario) y por ende, el sinthoma, el modo de funcionamiento “inventado” por cada uno.
Es” pal final de los ’90 que Miller introdujo el término de “psicosis ordinarias» para dar cuenta juestamente de esos casos en el que al no haber un desencadenamiento notable como en las psicosis clásicas, no aparecen los fenómenos alucinatorios ni los delirios, ni tampoco podemos situar claramente el antes y el después, ese punto dirruptivo que solía orientarnos a la hora de trabajar con sujetos psicóticos. Estos casos de “psicosis ordinarias” implican el predominio más bien de una cierta “continuidad”, ciertos fenómenos “raros” y ciertos desanudamientos y reanudameintos al Otro; enganches, desenganches y reenganches…
Esto sin embargo sigue en investigación. La clínica borromea es una clínica “continuista”, hipótesis que nos permite anticipar ciertas crisis, rupturas, desenganches, pasajes al acto, y también los fenómenos compensatorios de la forclusión.
FUENTE: SCILICET. AMP, 2014 “Un real para el siglo XX!”