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El Padre y el segundo tiempo del Edipo

Publicado por Betina Ganim

Freud-06

Lacan se pregunta por qué esa «terceridad» que descubre en la experiencia de la constitución subjetiva. El enigma es por qué ese tercero. Si vamos a la clase X del Seminario 5, Lacan nos da a entender, ene elección a los tiempos del Edipo, que el niño constituye ese objeto imaginario, porque la madre pertenece ya a toda una cultura, a un simbolismo.

Entonces, cuando daba el ejemplo en el post anterior de la madre que se pone el collar y se arregla para irse, le deja al niño cositas para que se entretenga, y se va con su amante. Ahí sabemos qué es lo que va a desear ella; ella va a desear lo que está detrás de todos esos objetos. Esto es, un deseo del falo.

Eso ya, por alguna razón, muy rápidamente, empieza a funcionar a otro nivel. La insistencia que Lacan hace en estos párrafos con relación a la perversión es porque muestra muy bien un objeto que es el que nos permite no explicar las cosas por la «necesidad», ni por el hambre, ni por la sed, ni nada por el estilo; sino que esto le permite a Lacan dar cuenta de lo que sucede a nivel del deseo.

Ahora bien, en cuanto se da esa solución, en cuanto ya tenemos la tríada, es entonces que podemos decir «madre fálica», porque tiene ese objeto. Niño-falo, niño-madre fálica, todas las combinaciones que elijan.

Es como si dijéramos que esto solo es posible porque ya estaba la dimensión paterna en el universo simbólico de la madre. Lo que tenemos que seguir es la idea de Freud: que un día, éste, que era el autor del tema, por así decirlo, se presenta, y dice «No, el falo es mío y ésta no lo tiene». Y ahí ya vemos la aparición del segundo tiempo, un tiempo sumamente crucial para Freud, muy decisivo. Tanto es así que termina diciendo “cuando esto pase, el niño puede aceptarlo o rechazarlo”.

En este punto, es importante destacar que la figura del Padre en la teoría de Lacan no es simplemente un personaje en la trama de la vida del niño, sino una fuerza simbólica que estructura la realidad del sujeto. El Padre no es solo el que establece la ley, sino también el que introduce la falta, la ausencia, la castración.

La función del Padre es doble: por un lado, es el que posibilita el deseo de la madre, y por otro, es el que interviene para limitar ese deseo. Esta intervención es lo que Lacan llama la castración simbólica, que no es otra cosa que la introducción de la ley, del límite, de la prohibición.

El Padre, en este sentido, es el que introduce la diferencia, la alteridad, la falta. Es el que permite que el niño se separe de la madre y se constituya como sujeto.

Entonces ya tenemos la cuestión del Padre sobre el tapete; el Padre es el responsable de que para el deseo de la madre aparezca la solución fálica, y de que para el niño aparezca todo el entusiasmo con ese objeto. Ese que es responsable de eso, después vendrá otra vez a cambiar el orden. No es que cambie el hecho de que la solución es el falo, pero lo elimina de la madre. Lo ubica en otro lugar.

Entonces aparece que todo esto era un juego imaginario, como diciendo «el que lo tiene en lo real soy yo; en lo real tu mamá no lo tiene». Ahí podemos pensar en el interés y el giro hacia el padre, ahora empieza una subjetivización del padre.

Todo este tema que puede ser de un enojo terrible, de una rivalidad tremenda es porque liquida de alguna manera todo ese mundo imaginario.

Pero esa especie de duplicidad, el Padre va a ser algo siempre interrogado por Lacan. Esa duplicidad implica entonces, repasando, que por un lado es el que inventa una solución, pero luego vuelve a operar sobre eso, fundando el objeto fálico imaginario, para después castrarlo.

Lleguemos hasta acá.

FUENTE: LACAN, JACQUES. EL SEMINARIO DE JACQUES LACAN, LIBRO 5: LAS FORMACIONES DEL INCONSCINETE. ED. PAIDÓS