El signo de amor
En el Seminario IV, La relación de objeto, Lacan plantea que tanto para el hombre como para la mujer, el primer objeto de amor es la madre.
Pero también atraviesa todo este seminario la cuestión de que la madre no da todo. Y también tenemos el tema de que tiene que ver ese dar con la forma.
Por ejemplo, respecto de un regalo, vale más la forma, la manera de dar ese regalo que el objeto en sí.
J-A Miller en su Seminario Donc, da el ejemplo de los regalos que hacen los japoneses, que por más que sea una pavada, el envoltorio es fascinante.
Y dice que en cuestiones del amor, estamos en este mismo plano. Si el amor no está rodeado de ciertas ceremonias, gestos, mimos, festejos, etc., su valor tiene cierta relatividad…
Y Miller cuenta una pequeña anécdota respecto de una estancia en Japón: al haber probado esos minúsculos platos que sirven, al regresar a París hizo una pequeña anorexia: no podía volver a comer los platos suculentos a los que estaba habituado. Al volver de Japón, demandaba nada.
Nos recuerda Miller en esta clase la cultura de la mendicidad antes de la itnrodución del superyó. El mendigo que deja todo «por amor a», paseando su falta alrededor del mundo. Pero esto fue en la Edad Media; hoy los mendigos son «holgazanes», dice Miller.
Aquí nos lleva a nuestro plano: el psicoanalista pude ser tildado de «holgazán» en tanto su trabajo es escuchar. «Escuchar sin hacer nada» es toda una posición, y arriesga decir que un analista es aquel que no se angustia con su «no hacer nada». Algo que lo lleva a hablar de lo que Lacan llamó un santo; asimiló la posición del analista a la del santo, pero entiéndase, en el sentido de la mendicidad, de, en todo caso, estirar la mano para que le depositen dinero por «no hacer nada»…
La cuestión es no angustiarse por eso…
De aquí, Miller nos lleva a la cuestión de cómo en Occidente, las mujeres llevaron a los hombres a que respeten la nada. El amor tiene que ver con las culturas. En Europa, minada de latinos, la mujer aún cree en los signos de amor. Ella todo el tiempo busca ese signo, ¡hasta lo llega a inventar!
Porque a veces esos signos son tan débiles, tan imperceptibles, que son al mismo tiempo mucho menos y mucho más que lo que conocemos como «la prueba de amor»…
Si hablamos de «prueba de amor» tenemos que hablar también del concomitante sacrificio que conlleva: es como decir que se sacrifica lo que se tiene por la nada misma…
El signo de amor, en cambio, es una pavada, algo muy fugaz que desaparece al instante si no se lo trata con ciertos miramientos. Esto es algo que se verifica.
Retomando, se trata entonces del objeto simbólico. A partir del Seminario IV el objeto en psicoanálisis se vuelve simbólico. Claro que el objeto es real y es imaginario. Pero en definitiva, el objeto significa el falo, ya sea como significante sustituyendo a otro, o como significante del falo.
Se trata, en definitiva, de una falta. Y amar es dar la falta, lo que no se tiene…
FUENTE: MILLER, J-A. Donc.