Estrago materno
El término estrago es la traducción al castellano del «ravage» francés; también acepta la traducción «devastación».
Ahora bien, en psicoanálisis solemos usar con bastante frecuencia este concepto que aparece en la obra de Lacan por primera vez en su escrito «El Atolondradicho», en 1972. Allí dice Lacan que la mujer se mueve como pez en el agua en el Edipo -porque ella ya nace castrada. Y que eso tiene su contraste en el «estrago» que sufren la mayoría de las mujeres en su relación con la madre. Esto es, que ellas esperan de sus madres, en tanto mujeres, más «subsistencia» que el padre, pero...
Luego, en el Seminario 23 «El sinthome», aparece nuevamente este término en Lacan cuando habla de la mujer como síntoma del hombre. Que para la mujer no es lo mismo, es decir, el hombre para la mujer puede ser cualquier cosa, pero no un síntoma. El hombre para la mujer puede ser peor que un síntoma, dice lacan, puede ser un estrago.
Así, vemos que el estrago en estas dos referencias quedan localizados en la relación madre-hija y en la relación hombre-mujer.
También, años antes, en el Seminario 17, El reverso del Psicoanálisis, Lacan utilizó este término para decir sobre los efectos estragantes que una madre puede llegar a tener para con sus hijos.
Ahora bien, en una referencia posterior, se borra esa diferencia entre síntoma y estrago. En su última enseñanza, Lacan dice que lo único que queda de la relación sexual es una relación «intersinthomática».
Pero bien, retomando la primera referencia del estrago en la relación madre-hija, decimos que si bien para el varoncito el paso por el Edipo tiene todo su drama, tiene una salida: la castración.
En cambio, la mujer puede estar toda su vida en el Edipo. En las mujeres no está por ejemplo la cuestión de la rivalidad a muerte con el padre. Freud ya nos dice que en las mujeres la amenaza de castración no tiene efectos, porque ella ya está castrada, así entra en el Edipo! Así, las mujeres pueden encontrar en el padre un refugio en el que se sentirán tan cómodas que no podrán tal vez salir de allí.
Ellas, en la «fiesta del Edipo» como dice J.C. Indart, pueden usar postizos, prótesis, mascaradas…y así parecer hombrecitos, comportarse como teniéndolo, pero a fin de cuentas ellas saben que solo son semblantes…
Y en esta primera referencia, entre la madre y la hija, Lacan pone a la mujer, cuando dice que la hia espera de la madre -en tanto esta es mujer- algo más sustancial que del padre, más consistente. Y no tiene que ver con esperar el falo de la madre (que no lo tiene) sino una respuesta por la feminidad.
Lo que pasa, y en eso se han detenido varios, es que la cuestión de la feminidad no se resuelve entre mujeres, se tiene que pasar por el falo.
Lacan sostiene que es solo por ese pasaje por el falo como significante, que la mujer podrá encontrar algo más allá de eso, más allá del falo.
Por eso es tan fuerte esa relación madre-hija, tan fuerte como estragante si ella se queda ahí pegada, estragada, esperando de la madre esa respuesta, sin pasar por el falo.
FUENTE: Brodsky, Graciela. Entre síntoma y devastación. Revista Lacaniana de Psicoanálisis. Número 8.