Mediación e inmediatez
Hablé el post pasado sobre la «ley del corazón» hegeliana. Esa figura de la locura que se la puede confundir con la figura del «alma bella». Pero -tal como sostiene Miller en su clase «La estructura general del desconocimiento» en su Curso «Donc. La lógica de la cura»- la diferencia entre ambas figuras hegelianas es que en la primera el yo se lanza a la acción (al acto), se golpea a sí mismo, en la segunda, el «alma bella» lo que vemos es que se cuida de lanzarse a la acción.
Jacques Lacan en su tesis sobre la personalidad paranoica, sobre el caso Aimée, sostiene que la finalidad del acto criminal es en última instancia hacerse ingresar, hacerse internar, hacerse encerrar. Ella encuentra en esa captura la satisfacción que se le escapaba hasta ese momento. Es decir, el acto que acomete parece animado por un «golpearse así mismo en el otro». De este modo, el desconocimiento es desconocer que el mundo es la manifestación de mi ser actual; este desconocimiento se trata de desconocer que soy en el otro; es por eso que que tiene lugar la pregunta por esa ecuación a la que me he referido en los dos posts anteriores (yo=yo, que supone que puedo ser yo mismo sin el otro: narcisismo)
Ahora bien, Lacan le da a toda esta cuestión un sentido clínico, a saber, que hay una diferencia entre «mediación» e «inmediatez». La primera implica que puedo alcanzar lo que soy a través del otro. La inmediatez, en cambio, es la locura, la inmediatez de la identidad: desconocer el proceso que opera mediando en el concepto mismo de identificación.
En el lenguaje que Lacan utilizaba en aquel entonces, podemos decir en tiempos considerados como sus «antecedentes»: el hecho de que mi identidad no pueda establecerse más que con la mediación del otro, implica que no puedo ser inmediatamente lo que soy.
En este punto Miller precisa que el primer síntoma que el sujeto lleva a un análisis es el yo, su yo, su propio delirio de identidad. La entrada en análisis supone entonces una renuncia previa a ese goce solitario de la propia unicidad. El a pego de un sujeto al goce puede ser el obstáculo del camino hacia el otro. El obstáculo de ese goce yoico que Lacan llama en algún lado «orgullo».
Esa renuncia necesaria para la entrada en análisis es sin embargo parcial, porque la reencontraremos al final como lo que estará en juego para la conclusión de la cura. Es lo que Lacan dirá 15 años más tarde en su escrito «Subversión del sujeto…»: el sujeto no quiere sacrificar su diferencia. Este rechazo de la diferencia, de sacrificar la diferencia, ya tiene su raíz en ese goce yoico de la unicidad.
Lacan sostiene que el yo cubre muy bien esa castración imaginaria que es lo que en el neurótico sostiene su «yo fuerte».
FUENTE: MILLER, JACQUES-ALAIN. DONC. LA LÓGICA DE LA CURA. LOS CURSOS PSICOANALÍTICOS DE JACQUES-ALAIN MILLER. CLASE «LA ESTRUCTURA GENERAL DEL DESCONOCIMIENTO»