Un mensaje
A partir de un recorrido qu plantea J-A Miller en «Recorrido de Lacan», intentaré dilucidar la diferencia entre dos modelos de síntoma: como mensaje y como metáfora, ya que muchas veces se los encierra rápidamente, al tratar de cernir algo del nuevo modelo de síntoma, en un mismo conjunto bajo el nombre de una primera clínica de Lacan, en tanto clínica del Nombre del Padre, del Otro.
Decimos que la enseñanza de Lacan comienza con la primacía de lo simbólico sobre lo imaginario. Y lo simbólico en Lacan es una noción muy elaborada y hasta heterogénea, de modo que se la podría pensar en dos vertientes: la vertiente de la palabra y la vertiente del lenguaje.
Tomemos la primera, la vertiente de la palabra, que al principio de su enseñanza y elaboración en su retorno a Freud, tiene una función pacificadora en tanto supera la rivalidad imaginaria, teniendo así una función de mediación entre los sujetos.
El síntoma entendido como mensaje es una conceptualización de Lacan que se basa en el Modelo de la Comunicación del lingüista ruso Roman Jakobson principalmente, pero también en la dialéctica y la cibernética. Y articuló en su retorno a Freud, la causalidad retroactiva de la represión. Podemos decir que se trata de la comunicación concebida como intersubjetiva y dialéctica. Y en esta comunicación, para poder escucharse hay que estar de acuerdo en algunos puntos fundamentales; es decir que tiene que estar presente el Otro de la buena fe; el Otro de la palabra, que es el alocutor fundamental, la dirección del discurso más allá de aquél a quien se dirige, el código.
Esto llevó a Lacan a adoptar la fórmula de que en la comunicación humana el emisor recibe del receptor su propio mensaje de manera invertida. El mensaje así definido le permitió a Lacan, por un lado, diferenciar el significante del signo saussuriano, en tanto que cuando se dice que el síntoma es mensaje, como lo que uno recibe del Otro de una manera invertida, eso ya implica que el mensaje es significante, y no significado. Y por otro, esta fórmula le permitió plantear que la represión es lo mismo que el retorno de lo reprimido. De ahí que si decimos que el síntoma es mensaje, nos lleva a plantear al síntoma como significante, como represión, como retorno de lo reprimido, y en un funcionamiento de causalidad retroactiva.
Esta formulación tan repetida me parece digna de revisar en este punto; formulación que reina en gran parte en la construcción del grafo del deseo, en donde queda ubicado que en principio, cuando uno quiere decir algo utiliza el código del Otro, y el resultado es siempre que nunca se dice exactamente lo que uno quiere decir. Lo que uno quiere o lo que uno necesita esta siempre desviado por el código del Otro, de modo que lo que se dice, lo que toma el sujeto como su palabra, la significación, es siempre el significado, el mensaje del Otro.
En esta vertiente, el síntoma se debe a un defecto de simbolización, que constituye un centro de opacidad en el sujeto porque algo no fue verbalizado, y que se deshace en el momento en que pasa a la palabra.
De aquí se desprende una clínica, una dirección de la cura orientada por el significante, y la dirección es cómo eso que es del Otro hacerlo ser de uno; es decir, el sentido, en sus variantes, que adquiere ese mensaje para un sujeto. Aquí la cura analítica aparece como una cura de simbolización, algo en lo que muchos se han detenido. En esta vertiente, la cura es un proceso fundamentalmente intersubjetivo en el curso del cual el sujeto es llevado a restablecer la continuidad de su historia que el síntoma interrumpe.
En cuanto al síntoma como metáfora, lo retomaré la vez que viene.