Una metáfora
La vez pasada les hablé del síntoma como mensaje.
Pero al nivel del síntoma como metáfora, tenemos que pasar a la otra vertiente de lo simbólico que había planteado, a saber, el lenguaje.
Lacan incorpora las nociones de metáfora y metonimia a través de Jakobson. Y con Freud, analiza los síntomas de Dora, para decir que el síntoma de Dora es una metáfora.
En “La Instancia de la letra” encontramos algo muy rico para abordar este modelo de síntoma: la chispa
La chispa creadora de la metéfora, dice Lacan, nace entre dos sgnificantes, en un efecto de sustitución.
Lacan en este mismo texto dice que la metáfora tiene un mecanismo de doble gatillo, en tanto es posibilidad de sustitución y a la vez es producción de verdades y sentidos que abren un análisis.
Síntoma se entiende aquí como esa chispa donde se fija la carne, cuando adviene el significante que rompe la cadena.
Y así va Lacan ubicando que en última instancia es metáfora de algo imposible. Metáfora de la no relación sexual. Y que se ubica en ese lugar, es decir, da que hablar. Ese es el doble gatillo: hay un significante en la cadena que sustituye al significante enigmático del trauma, y el resultado es la emergencia de una significación fijada en el síntoma, pero no accesible a la conciencia del sujeto.
El síntoma es algo del significante susceptible de sentido, pero que no está producido de manera consciente. Por eso hay que buscar el sentido, y supuestamente, una vez que el sujeto accede al sentido del significante sintomático, este no parece ya tan necesario.
Es aquí donde podría decirse empieza a dibujarse este impasse. Como ejemplo, retomo el chiste clásico que se le hace a los analistas, en relación la eficacia de un análisis. En una Conferencia, Juan Carlos Indart tomò una versión del chiste: un sujeto adulto, de pueblo tenía un síntoma: se orinaba encima, decide analizarse en la Capital, y luego de varios años de análisis vuelve al pueblo y ante la pregunta de sus allegados por resultado de ese análisis, el analizado dice que se sigue meando pero que ya no le importa.
Bueno, en mi pueblo el chiste es parecido, pero apunta más al modelo de síntoma-mensaje: la respuesta del analizado es “me sigo meando pero ahora se por qué es”, que retoma aquella manera freudiana de analizar los síntomas dando le un sentido edípico.
Pero Lacan si bien hizo toda una elaboración en torno a esto, el siempre dejaba traslucir un “más allá” de eso, y decía que la dirección era siempre al A barrado, al Otro barrado, la dirección no puede ser edípica ni reducir el síntoma a una lectura desde el Otro, y menos aun el analista encarnar ese lugar.
Este es el impasse a partir del cual hay que ponerse a trabajar. ¿Qué destino para el síntoma que no sea el seguir viviendo con el síntoma, pero sin Otro, consentir cínicamente con ese síntoma, en soledad? Pero detenerme aquí ya sería un paso más pretencioso que el que pienso dar ahora. A esto preferiría darle tiempo.