Salud Mental
Aceptar la realidad es salud mental.
La salud mental es el estado de armonía y equilibrio psicológico que le permite a un individuo, desarrollarse y crecer, adaptarse a su entorno, aceptando lo que no puede cambiar y tratando de modificar con creatividad lo que está a su alcance, expresarse, amar, trabajar y relacionarse con sus semejantes de manera que pueda ser aceptado y amado.
La sociedad en que vivimos se ha vuelto artificial y ha creado en el hombre apetencias ficticias que terminan alienándolo.
Los hogares se deshacen y los hijos se crían como huérfanos, con padres que buscan quimeras y utopías dejando atrás terrenos devastados y acumulando culpas.
La vida es una experiencia pero la vida moderna se ha convertido en una carga de obligaciones absurdas que desvirtúan el sentido esencial de estar vivo.
El fracaso más grande de la vida es no haberla vivido humanamente sino como un robot con los minutos contados, para lograr tener más cosas inútiles.
El hombre pierde el equilibrio cuando tiene un conflicto entre lo que desea hacer y lo que siente que está obligado a hacer y esto lo enferma.
Se puede afirmar que no existen personas sin conflictos participando activamente en la vida moderna, o sea que todos acarrean su propia neurosis.
La mayoría de las personas intentan hacer lo que les gusta y muchos lo logran, pero en algún momento sienten que tienen que transar en negociaciones espurias que contaminan su proyecto, porque no pueden aguantar el fracaso.
Las leyes del mercado no coinciden con las ideas individuales sino con el pensamiento masivo que marca lo que se hace, se dice, se come, se usa, se lee, se consume.
El “se” de Heidegger nos cosifica, nos deshumaniza y lograr el estado de armonía y equilibrio se convierte en una lucha constante.
Para mantener la cordura en un mundo enfermo lo más importante es comenzar por aceptar que no somos perfectos y que la realidad no se puede negar.
La libertad del hombre estará siempre condicionada por las circunstancias, porque como decía Ortega y Gasset, el hombre es él y sus circunstancias.
La forma en que cada ser humano experimente las limitaciones hará de él una persona sana o enferma.
La condición humana cuenta con la fuerza para volver a empezar todos los días de su vida y eso la ennoblece. Es más encomiable alguien que se levanta de sus propias cenizas que aquel que queda destruido y se convierte en una carga para los demás.
Somos seres inacabados y nuestras obras siempre serán incompletas, pero lo malo no es el destino humano sino la no aceptación de ello.
El no poder vivir siendo fiel a si mismo, a las propias convicciones, provoca la pérdida de la dignidad y el sentido de la vida, y una enfermedad puede ser la búsqueda de la redención.
El hombre tiene la ilusión de creer que puede controlar todo y cuando fracasa se da cuenta de sus limitaciones y confirma una vez más que no siempre la realidad responde de acuerdo a los proyectos.
El consumismo alivia la sensación de impotencia frente a lo inevitable de los fracasos que el hombre se resiste a aceptar como parte esencial de la vida.
Se puede acceder a casi todo en cuotas y eso le proporciona una sensación de poder, que aunque efímero, reduce su angustia existencial.
Yo creo que en esta vida hay que intentarlo todo y no apostar solamente a lo que es más seguro, porque no importa el fracaso, lo que importa es sentir que valió la pena, que lo hicimos igual, que cumplimos con nosotros mismos, que nos dimos la oportunidad.
Recuerdo algo que una vez me dijo mi madre: “en esta vida hiciste lo que quisiste”; con tono de reproche, pero no era verdad, hice sólo algunas de las cosas que quise y otras todavía no.
Entonces me di cuenta que ella había hecho lo que quiso mucho menos que yo, y proyectaba en mi su propia frustración.