La Autoestima y el Ser Auténtico
La persona que se niega a ser ella misma no puede tener autoestima, porque sabe que es sólo una imagen. Cree que si es auténtica se quedará sola y tendrá que renunciar a ser aceptada y querida.
Sin embargo, en general la mayoría de las personas rechazan la falsedad de las máscaras y saben apreciar y valorar lo genuino.
Algunas mujeres creen que si demuestran realmente quienes son y revelan su potencial de inteligencia, no tienen oportunidad de recibir amor, pero una cosa es ser inteligente y auténtica y otra diferente es ufanarse de ello.
La autoestima no comienza con el amor que nos puedan brindar los demás sino con el amor que tenemos por nosotros mismos, que antes que nada, es un sentimiento de valoración, reconocimiento, consideración, admiración y respeto hacia la persona que somos.
Recién cuando iniciamos esa vuelta hacia nuestra interioridad y nos revelamos frente a nuestra conciencia como un ser digno de ser apreciado y amado, podemos acceder al reconocimiento y amor de los otros, que sólo responden con sensibilidad cuando se encuentran con un ser diferente y único, que está bien consigo mismo, que se siente seguro y en equilibrio.
Los problemas de relación, la falta de crecimiento personal y el no poder expresar lo que realmente sienten, ya sea por temor, vergüenza o para evitar el rechazo, es falta de autoestima.
Si nos ponemos en el lugar del otro y nos miráramos desde afuera veríamos a alguien digno de amor y con el derecho de ser feliz.
En cambio, por ser inseguros, no tener convicciones firmes, no querer afrontar el compromiso con una postura personal y querer quedar bien con todo el mundo, tenemos que mendigar el amor.
Somos lo que creemos que somos y si estamos convencidos que tenemos que agradar a los demás más que a nosotros mismos seremos personas pasivas y complacientes, dispuestas a hacer sacrificios y a dejarse usar por los otros porque no han aprendido a poner límites ni a decir que no.
Todo lo que pensamos sobre nosotros mismos crea una imagen que nos obliga a actuar y a reaccionar para defenderla. Esa imagen, que nos esclaviza, es la máscara social que nos ponemos para los demás pero que sabemos muy bien que no es nuestro ser verdadero.
La máscara determina también nuestros valores, nuestros objetivos y cómo enfrentamos las circunstancias de la vida.
Esa máscara social puede llegar a tener éxito y hasta fama, pero en el fondo la persona puede creer que es un fraude, que su personaje no es él y que ha perdido la oportunidad de ser él mismo.
La autoestima es estar conforme con uno mismo, ser capaces de enfrentar los desafíos, lograr objetivos propios con la convicción de que somos merecedores de todo lo que obtenemos y queremos.
Tener autoestima es un signo de salud mental, ser capaz de vivir respetando las propias reglas y ser fiel a uno mismo, sin dejarse llevar por la opinión de la mayoría.
Si los padres contribuyeron de algún modo a desarrollar en sus hijos baja autoestima, existe la oportunidad de evaluar por si mismo quienes quieren ser y ser capaces de modificar antiguas estructuras basadas en opiniones ajenas, aunque sean las de los padres.
La autoestima permite ver el mundo desde una perspectiva positiva y optimista, porque lo verán no como perdedores sino como quienes tienen la oportunidad de creer que pueden ser felices, convirtiendo los problemas en desafíos y siendo capaces de hacer realidad cualquier proyecto.
La autoestima viene de adentro, no de afuera, porque los logros materiales pueden hacernos sentir bien por un momento pero no nos harán sentir más valiosos como personas.
El que necesita desesperadamente para ser feliz a las personas o a las cosas no está bien consigo mismo y tiene baja autoestima, porque se puede experimentar genuina felicidad también estando solo.