Por mi culpa
Es posible que hayas experimentado el sentimiento de culpa más de una vez a lo largo de tu vida aunque todavía seas joven. El caso es que resulta tan fácil hacer algo que nos hace sentir culpables de alguna forma que acaba siendo un sentimiento de aparición frecuente.
Nos sentimos disgustados al haber producido un perjuicio a un tercero. Ésto ya es el primer paso para reparar el daño causado. Sin embargo, tengamos cuidado con no llevar este sentimiento al extremo ya que sólo conseguiremos que se convierta en algo destructivo impidiendo que se lleve a cabo la función adaptativa.
Sentirse culpable se aprende desde pequeño cuando cometemos errores y los adultos que nos rodean nos advierten de los perjuicios que hemos causado. Este aspecto forma parte de la educación que recibimos pero tendremos que ser cuidadosos cuando nos toque educar para evitar sentimientos de culpa al recordar acciones pasadas. No podemos olvidar que el objetivo de mirar al pasado y de analizar las conductas erróneas no es otro que aprender no desmoronarnos.
Un matiz importante a tener muy en cuenta es la intención con la que se ha efectuado la acción. Si se ha realizado deliberadamente entonces nuestra sensación de culpabilidad será sustancialmente mayor que si ha sido un acto fortuito.
Cuando alguien demuestra culpabilidad por un acto concreto cometido por él mismo, nos está ofreciendo información acerca de sus valores y de lo que se desvía de sus patrones de principios. Por eso, se recrimina, se siente decepcionado consigo mismo.
Para no caer en una culpa extrema que nos sumerja en la patología, haremos uso de diferentes estrategias como ser más flexibles con nosotros mismos asumiendo las responsabilidades pero sin rasgarnos las vestiduras; entablar un diálogo interno que nos ayude a determinar las causas y los efectos reales, desechando las ideas irracionales transformadas en mensajes autocastigadores; aprender de los errores cometidos, de manera que, en situaciones futuras, sepamos, al menos, cómo no debemos responder.
Considera, a su vez que,eventualmente, todo el mundo (incluido tu) intenta rehusar enfrentarse a su error porque, en realidad, su sentimiento de culpa o de vergüenza es tan elevado que no se siente capacitado para volver sobre sus pasos. Lo más frecuente es que se produzca una negación del hecho, el olvido, una infravaloración de los daños o que se atribuya el hecho a factores externos.
Además, tengamos presente que no siempre nosotros somos los culpables sino que los otros también experimentarán esos sentimientos y tendremos que empatizar con su malestar y desasosiego. Así, procuraremos ser lo más benevolente posible cuando seamos los dañados y el otro intente reparar el daño infringido. Asimismo, nos esforzaremos por no acaparar toda la culpa cuando alguien más esté implicado, liberándole de la misma, porque sólo conseguiremos invalidar el aprendizaje derivado de la asunción de responsabilidades y, por tanto, la reparación del error.
Autoculparse con demasiada frecuencia te hará sentir malestar emocional y dañará tu autoestima, al tiempo que te volverá obsesivo para poder salir de esa vorágine y evitar sentirte de este modo. Será el pez que se muerde la cola porque esto no hará más que alimentar tu culpa por no conseguir alcanzar todo lo que te propones.