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Calma y Firmeza en la Educación de los Niños

Publicado por Malena

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La tranquilidad y la calma es propia de personas equilibradas que están bien consigo mismas y no necesitan probarse a si mismas ni probar nada a los demás.

Los niños necesitan un hogar silencioso, sin gritos, donde todos se traten con respeto y amabilidad. Sólo cuando las personas tienen asignaturas pendientes o no se han comprometido con sus propios valores, permanecen en un estado de ansiedad permanente que se traduce en un modo de ser irascible, agresivo e intolerante, sin motivo aparente.

Los niños son como esponjas, no sólo reciben “la malas ondas” emocionales de sus padres que los perturban, sino que también aprenden a ser malhumorados, ansiosos y agresivos como ellos.

Un hogar tranquilo, donde se respira una atmósfera pacífica, permite que todos sean escuchados y que cualquier diferencia se aclare.

La firmeza es una cualidad poco común en un mundo que cambia con rapidez; sin embargo es imprescindible que los que son padres se den cuenta de su importancia.

Firmeza significa ser estable y tener fortaleza. Es un estado de ánimo inamovible que no vacila. Es la seguridad en uno mismo y el compromiso con los propios valores y representa la entereza, la constancia y la fuerza moral de quien no permite ser dominado ni abatido.

La firmeza es lo que caracteriza a los líderes, que son los que saben lo que quieren y tienen la fortaleza necesaria para ser respetados y conseguir lo que se proponen.

Los niños se dan cuenta cuando los padres no son firmes y esta certeza hace que no sean respetados y pierdan su liderazgo en el hogar, asumiendo ese rol los hijos y produciendo el caos en la familia.

Calma y firmeza, son las dos palabras claves para educar a un niño sin problemas.

Para construir un edificio se necesita una base sólida y un terreno firme, si estas dos condiciones no se cumplen es probable que tarde o temprano pueda derrumbarse.

Los seres humanos no somos diferentes, necesitamos crecer en un hogar que brinde la seguridad y los valores necesarios como para dar una base firme a la personalidad de un adulto.

A partir de una estructura firme se puede crecer y tener la sabiduría necesaria como para poder discriminar lo que necesita ser cambiado.

Los niños necesitan modelos para imitar para poder ser luego diferentes; sin esta condición, una persona no se puede atrever a creer en ella misma para crear su propio destino.

En la adolescencia vemos cómo los adolescentes intentan ser primero todos iguales y sostener los mismos valores; porque sólo logrando parecerse a los demás se podrán diferenciar luego, cuando sean mayores.

Si observamos la conducta de los animales podemos aprender mucho. Cuando un líder está herido o enfermo y no cumple su rol, pierde su posición en la manada y los machos se pelean entre ellos para asumir el liderazgo.

Es una conducta instintiva, propia del reino animal de cualquier especie.

El hombre pretende ser superior, pero ha perdido los instintos más básicos y todo su potencial de inteligencia racional no le alcanza para darse cuenta cómo deben ser las cosas más elementales.