Yo, para ser feliz…
Millones de veces nos habremos planteado esta cuestión. En ocasiones en tertulias, otras en la intimidad de uno mismo, quizá también para algún trabajo de la universidad o el instituto. Existen tantas versiones al respecto como tonalidades en la paleta de colores. Sin embargo, aunque no poseo poderes sobrenaturales, me arriesgo a enunciar atributos comunes al concepto de felicidad de cada persona que esté leyendo este artículo. ¿No es verdad que vuestra noción de felicidad pasa por la búsqueda del bienestar propio y el de las personas a las que se quiere? ¿Acaso no tiene que ver con un bienestar físico, económico y psicológico? Puede, también, que se trate de desear comodidad y seguridad.
En efecto, a muchos nos puede parecer una inclinación conservadora imprescindible mas no suficiente para la felicidad. Y es que somos seres que necesitan crear, influir, explorar, o cooperar y esta posición dinámica es la que exhibe nuestro carácter progresista que nos empuje a perseguir la felicidad. Por lo tanto, todas las concepciones de felicidad engloban dos motivaciones principales: el bienestar y la ampliación de las posibilidades.
Sería imposible lograr la felicidad íntima sin integrarla en un proyecto social. Es imposible desvincularnos de la sociedad para tal fin ya que vivimos inmersos en ella y e gracias a ella que se estructura nuestra inteligencia mediante el lenguaje y la cultura.
Pero, ¿qué pasa cuando las circunstancias externas parecen obstaculizar nuestra búsqueda de la felicidad? Enfrentamos adversidades, pérdidas, desafíos y cambios inesperados que pueden sacudir nuestra estabilidad emocional. En estos momentos, la resiliencia se convierte en un recurso invaluable. La capacidad de adaptarse y recuperarse de las dificultades, de mantener la esperanza y seguir adelante a pesar de los contratiempos, es un aspecto esencial de la felicidad duradera.
No tengo intención de descubrir la panacea de la buenaventura, sólo compartir algunos ingredientes que componen el bálsamo para aumentar la probabilidad de ser feliz. Proponemos seis acciones decisivas cuya eficacia, como casi todo en esta vida, dependen en gran medida de nosotros:
- Elegir las metas adecuadas.
Siento decepcionarle, pero no hay un atajo que nos lleve directos a la felicidad. Hay que hacer una peregrinación con paradas que no son más que proyectos que tenemos que elegir y articular. Dirigen nuestra acción y dan significado a nuestras experiencias.
- Resolver problemas.
Esta peregrinación está, inevitablemente, llena de problemas y conflictos. Necesitamos salir reforzados de ellos y poder alcanzar las metas planteadas.
- Soportar el esfuerzo y recuperarse de los fracasos.
Resolver esos problemas requiere conocimiento, pero también tenacidad, valentía, decisión y esfuerzo. En suma, nos vemos obligados a ser resolutivos y resueltos. Trabajemos, pues, en estas habilidades.
En ese entorno, adquiere gran importancia la resiliencia que ha permanecido presente en la personalidad de personas que han sufrido alguna situación adversa y se han recuperado, incluso, saliendo reforzadas de manera imprevisible.
- Valorar y disfrutar de las cosas adecuadamente.
Con frecuencia somos los únicos responsables de los desequilibrios que se producen en nuestra vida. Nos empeñamos en culpar al resto, a las circunstancias, pero tenemos más control sobre todo de lo que creemos y, a veces, queremos. Son muestras de sabiduría distinguir lo importante de lo trivial, lo esencial de lo accesorio, lo efímero de lo permanente.
Disfruta de la vida. Ésto que parece tan obvio, no lo es. Quién no conoce a alguna persona cuya posición perenne en la vida es amargarse, que vive insatisfecha, ansiosa, inquieta, insensible. Esta persona, incluso, puedes ser tú. Un consejo: no dilapides tu vida a conciencia.
- Tender lazos afectivos cordiales con los demás.
Las personas asociales son consideradas perturbadoras para la sociedad e intentará defenderse de ellas. Por tanto, vive en sociedad, colabora con los demás, comunícate, establece lazos amorosos y de amistad. Lo cierto es que la inteligencia social es una de las claves.
- Mantener una autonomía correcta respecto de la situación.
La autonomía personal, la capacidad de tomar decisiones y de obrar libremente son virtudes altamente valoradas en nuestra cultura. Sin embargo, hay que vigilar de cerca cómo se llevan a cabo estas acciones para no caer en un individualismo asocial. No perdamos la perspectiva de la situación que tenemos entre manos y acomodémonos a ella en la medida de lo posible.
Además, es importante recordar que la felicidad no es un estado constante, sino más bien una serie de momentos que se experimentan a lo largo de nuestra vida. Es normal tener días malos, sentirse triste o frustrado en ocasiones. Lo importante es no dejar que estos momentos oscurezcan nuestra percepción general de la vida. La felicidad es un viaje, no un destino.
Hasta aquí las buenas noticias. Ya tenemos nuestra caja llena de herramientas, el mono de trabajar puesto y ahora: ¿Cómo encajo las piezas? Sí amigos, lamento comunicaros que conseguir estas capacidades no es posible con un simple acto de voluntad. Se trata de capacidades aprendidas a partir de los recursos básicos que poseemos. De nuevo, estamos ante una cuestión de Educación.
Fuente: Marina, J.A. (2004). Aprender a vivir. Ariel.