Administra tu enfado
Es inevitable. Casi a diario nos enfadamos. Con nuestros padres, nuestros hermanos o hijos, con nuestros amigos, compañeros de trabajo o con el desconocido que se nos cuela en la cola del bús. Se trata de una emoción sumamente desagradable, cuya intensidad puede aumentar en cuestión de segundos.
Encontrar y localizar las causas que te remueven el interior, despertando el volcán cuya lava ha de salir inevitablemente, nos proporcionará bastante información acerca de las situaciones que más nos molestan. Cuando aparezca esa situación, párate a analizar tus sensaciones, tus pensamientos y tus actos.
Acostúmbrate a relativizar. Mirar los hechos desde cierta distancia suele disminuir la carga emocional propia del momento. Así, cuando empieces a sentir que entras en ebullición, lo mejor es echar el freno y tomar tiempo y espacio.
En ocasiones, es nuestro orgullo o nuestro ego los que propician que nos molestemos a la mínima. Estaría bien dedicar un poco de tiempo a estudiarnos en este sentido y bajar nuestro ego un escalón. Hay que aprender a entender que todo el mundo comete equivocaciones y que, la mayoría de las veces, no son tan importantes como para que se genere una situación de enfado.
La falta de comunicación es el terreno ideal para que se originen enfados. En cualquier tipo de relación, la comunicación ha de ser lo más clara, eficaz, y concisa posible. En el ámbito laboral es especialmente significativo puesto que un error de comunicación o una comunicación ineficaz puede acarrear perjuicios importantes que, sin duda, acabarán con un enfado monumental de algún jefe o empleado.
Hacer deporte libera tensiones y regula nuestro equilibrio emocional, por lo que será muy beneficioso para controlarnos cuando la chispa se enciende en nuestro interior. Además, si estamos de mejor humor, más difícil será que algo nos ensombrezca el día.
Por otro lado, es necesario exteriorizar toda esa energía que se acumula dentro de nosotros. Aunque hayamos decidido que no vamos a lanzar por la ventana todo el material que hay encima de nuestro escritorio y lo hayamos conseguido, será preciso permutar esa conducta con otra. Por ejemplo, sal a dar un paseo, llama a alguien para contarle lo sucedido y desahogarte, pon tu música favorita y ponte a cantar y bailar, o simplemente, grita si la situación te lo permite.
Cuando hayas logrado controlar tu enfado, prueba a verbalizar tus emociones con la persona en cuestión. Expresa tus sentimientos, opiniones o pensamientos tan pausadamente como puedas. Si estás bloqueado y no te sientes preparado para confrontar cara a cara, puedes sugerir la participación de un tercero que medie en la conversación.
Si te encuentras en medio de un enfado entre otras personas en la que una de ellas está especialmente nerviosa, lo más recomendable en un primer momento es no intervenir, al menos de lleno. Hacer entrar en razón a una persona que está muy nerviosa es una tarea contraproducente y lo más probable es que su nivel de activación aumente en lugar de disminuir. Espera a que se reduzca la intensidad del enfado para poder hablar del tema de una manera calmada y razonable.