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Agotamiento mental: otro síntoma del confinamiento.

Publicado por Lic. Maria V.

Hemos descrito hasta ahora varias características desde el punto de vista psicológico que se observan a raíz del confinamiento: apatía, dificultades en la pareja, o en los vínculos, angustia, ansiedad y estrés entre otros.

El agotamiento mental forma parte también de la variedad de síntomas que pueden manifestarse. Esto se observa como cansancio, pero sobre todo cansancio mental.

Dificultades en la concentración y en la atención y la necesidad de hacer grandes esfuerzos para poder llevar adelante incluso tareas sencillas.

Esto se debe en gran parte a que el confinamiento va a vanzando en duración, y las herramientas que nos sostenían las primeras semanas empiezan a debilitarse.

La motivación, la energía, los proyectos, las novedades que quizás se manifestaban en los primeros momentos pasan, en muchos casos, a ser avasallados por la monotonía y la incertidumbre.

Lo que se manifiesta entonces con mayor frecuencia en este último tiempo es el agotamiento mental. Incluso aunque no se esté realizando tarea alguna, se experimenta cansancio por el solo hecho de tener que hacer las tareas básicas.

Es importante, en primer lugar, aceptar esta sensación como comprensible dentro del marco que estamos viviendo. 

Una cosa es pensar inicialmente que estamos ante algo pasajero, o que durará lo que unas vacaciones, y otra cosa es observar que ese tiempo se extiende y que se transforma en una situación más permanente. Lo primero nos permite vivirlo como un paréntesis de nuestra vida considerada «normal». Lo segundo implica toda una adaptación a un modo de vida distinto, y la aceptación de que, probablemente, esa vida anterior nunca vuelva a recuperarse en su totalidad.

Esta concientización y proceso de duelo que implica aceptar esto último, le insume al psiquismo grandes montos de energía.

Se trata de un proceso complejo de asimilación de una nueva realidad, mediante la necesidad de sobrellevar sentimientos de angustia, frustración y pérdida.

Aunque creamos que «no estamos haciendo nada», nuestra vida psíquica está sufriendo una transformación absoluta. Y eso es, sin duda, agotador.

De este modo el primer paso sería aceptar este agotamiento como parte del proceso que se está transitando y permitirle a nuestra psiquis ese respiro que tanto nos pide. Permitírselo significa, una vez más, darle espacios de relajación y de esparcimiento. Trabajar la culpa que muchas veces genera el «no-hacer», y encontrar espacios frecuentes para su despliegue.

En el caso en que se continúe trabajando a distancia, alternar momentos de trabajo con esparcimiento, y dividir las tareas más complejas en distintos días para evitar profundizar el agotamiento.

En los casos en que se tienen niños pequeños, dividir el trabajo si es que hay algún otro adulto en el hogar, delimitando momentos y espacios propios que no sean interrumpidos, turnándose para posibilitar que la otra persona también pueda hacerlo.

En los casos en que se esté sola o solo al cuidado de niños, disminuir la exigencia sobre las tareas en general, tanto de la casa como laborales. Utilizar el soporte de la tecnología, y fomentar una red virtual de apoyo: ejemplo, incentivar conversaciones a distancia de los niños con familiares o amigos que tengan más tiempo libre y puedan colaborar proponiéndoles actividades o juegos.

Esta es una descripción en líneas generales. La situación de cada persona es particular y tendrá sus contingencias. Por lo general, la recomendación frente a estas situaciones incluye disminuir la autoexigencia, flexibilizar la postura frente al cumplimiento general de tareas, saber pedir ayuda, y poner los límites necesarios.