Temor a salir luego del confinamiento.
Mientras muchos están ansiando el momento en que termine la cuarentena, hay muchas otras personas que experimentan angustia de que se avecine este momento.
El confinamiento extendido durante un tiempo, puede acarrear angustia y temor al contacto social y a que las actividades fuera del hogar se retomen.
Esto ocurre en primer lugar porque se crea, durante este tiempo , una idea de que el hogar propio es un refugio, es el resguardo del peligro que acecha afuera. De este modo la persona teme salir porque el mundo externo representa una amenaza.
Esta percepción puede mantenerse cuando se declare mayor flexibilidad en la cuarentena. y a raíz de ella se pueden experimentar signos de angustia, miedo, incluso pánico, ante la idea de salir.
Por eso mismo, es importante estar atentos a síntomas que puedan estar manifestándose desde ahora.
El confinamiento puede generar un estado de seguridad para ciertos individuos, que consideran que bajo su techo pueden tener todo bajo su control. Su lugar se transforma en una burbuja y romperla o atravesarla es sinónimo de angustia.
La vida en el confinamiento genera, por sus mismas características, una reducción de cierto tipo de estímulos (aquellos que no buscamos voluntariamente), menor exposición a situaciones nuevas, prácticamente nulas posibilidades de que personas desconocidas se crucen en el camino. Así, el universo que se crea es conocido y por lo tanto, se percibe como más seguro para la persona en estas condiciones.
Este submundo que se crea en reclusión permite en mayor medida el manejo de algunos factores. Los tiempos, las responsabilidades, son más flexibles dentro del hogar y, una vez más, la persona con estas características, siente que puede controlarlos más fácilmente. Ante este panorama, sostenido en el tiempo, el afuera va alejandose y cobrando cada vez una proporción más monstruosa.
El afuera fácilmente en estos casos puede ir configurándose como el portador de todos los males, el peligro, la enfermedad, el caos... generando temor y angustia e intentando ser evitado de todas las maneras posibles.
Lo más importante a tener en cuenta en este caso es que algún tipo de temor y ansiedad ante la salida al exterior es lógica y comprensible. Y se debe tener paciencia con uno mismo y con otros que estén experimentando estas emociones. Darse tiempo, y no pretender que la salida ocurra de un momento a otro, es un modo de disminuir la ansiedad que genera ese duro contraste.
Dentro del confinamiento es importante intentar romper con esa idea de aislamiento total, fortaleciendo o incentivando la comunicación con personas que estén fuera del hogar, lo cual puede transmitir un estado de conexión con lo exterior, por más que sea virtualmente.
Tratar de cumplir con ciertas rutinas dentro de la casa, siempre que sea posible y con la salvedad de que lo primordial es siempre la flexibilidad, puede ayudar también a conectar el día a día con una estructura que compartimos con gran parte de la sociedad.
Es fundamental tener presente que toda salida debe pensarse como gradual y flexible, transmitiendo a la persona la idea de que podrá ir adaptando esas salidas a sus tiempos, sin necesidad de que sea un cambio o imposición drástica.
En casos en que este temor se acreciente significativamente, empeorando la calidad de vida de la persona, se sugiere consultar con un profesional de la salud mental.