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Cuando el caos invade el pensamiento.

Publicado por Lic. Maria V.

El caos representa lo contrario al orden; implica ruptura y crisis, multiplicación y turbulencia. 

El pensamiento caótico describe un estado de confusión mental, donde la afluencia de pensamientos y las contradicciones constantes invaden el espacio psíquico.

El caos representa una paradoja; por un lado, cierto monto de ruptura y caos es necesario para el cambio. Por el otro la confusión del estado de caos sostenido y su intensidad, puede traer graves consecuencias. Impide pasar a la acción o moviliza acciones impulsivas y erráticas.

El caos puede ser promotor de cambio, puede ser causa de conductas impulsivas o puede inducir a la parálisis, que implica un quedar atrapado en esa trama confusa que frena toda movilidad posible.

El caos de pensamiento es percibido como una multiplicidad de ideas, a veces contradictorias, que se anulan mutuamente. En general va acompañado de estados de ansiedad, y de cierta velocidad en el pensamiento que no deja lugar a la calma.

Cuando el caos logra protagonismo, puede funcionar como obstáculo, genera una barrera que impide ver, impide acceder al contenido que es verdaderamente importante en la psiquis de ese sujeto.

El inconciente tiene una afluencia caótica (o, más bien, tiene sus propias leyes), la conciencia ordena e intenta procesar esos contenidos. Pero este ordenamiento y control que la conciencia pretende instaurar, no es suficiente.

Es entendible que no podamos controlarlo todo, y es esperable que algo de este desorden emerja.

Tener todo controlado, ordenado, fiscalizado…pretendiendo una estructura inmóvil al nivel de lo obsesivo, es un trabajo infructuoso y que siempre implica frustración y angustia.

A su vez, el caos desbordante, que invade pensamientos y que muchas veces se manifiesta en el entorno y los vínculos del sujeto, impide elegir, construir y dirigir la acción. En un u otro caso puede haber inmovilidad.

Encontrar un relativo equilibrio entre ambas posiciones extremas nos brinda la posibilidad de tener cierta claridad. Pero al mismo tiempo, pudiendo ser flexibles, permitiendo que los cambios y el desorden propio de la vida advengan, para poder tomar decisiones a partir de allí.

Las rupturas advienen como desequilibrios para el psiquismo, que lucha por mantener estabilidad. Pero esos desequilibrios son parte de la constitución y el desarrollo subjetivo.

Nos movemos en un vaivén de constante desequilibrio y reequilibrio, y en esos movimientos avanzamos.

Las posturas muy inflexibles impiden el movimiento y producen estancamiento o parálisis psíquica.

Hay muchas posturas en psicología y en terrenos terapéuticos alternativos que se ubican negando, o rechazando el conflicto o el llamado «caos». Desde esta perspectiva el pensamiento caótico es un síntoma más a ser «eliminado».

Sin embargo, hay mucho por aprender de esos momentos caóticos. Y, en parte, vivenciar esas turbulencias o crisis, ofrecen un terreno fructífero para trabajar terapéuticamente.

Esto no significa que debamos tolerar un síntoma que se ha vuelto insoportable. De hecho, lo correcto en estos casos siempre es consultar con un profesional. Pero sí es necesario entender que esos momentos de desequilibrio surgen por algún motivo, y es a partir de esta aceptación que podemos empezar a trabajar con mayor profundidad.