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El arte de valorar lo propio.

Publicado por Lic. Maria V.

La autovaloración o la capacidad de otorgar valor a uno/a mismo/a y a las propias construcciones o creaciones, tiene suficiente complejidad como para denominarse un arte. Lo es en el sentido de que se trata de un proceso artesanal (subjetivo, particular) que se va desarrollando a lo largo de la vida.

Si lo pensamos evolutivamente, el niño o niña va creciendo con asombro y júbilo por lo que descubre del mundo y de sí. Si su desarrollo es saludable, se va desarrollando con confianza en el mundo y en sí mismo/a. Si esta confianza se ve socavada o desalentada, empieza a perderse y se puede encontrar el camino a la adultez experimentando baja autoestima o, por compensación, expresando cierta soberbia que en realidad esconde a su contrario.

Es frecuente que se experimente desconfianza en las propias capacidades. Las frustraciones, reglas de convivencia y exigencias que forman parte del proceso de crecer suelen ir dañando o socavando la estima o valoración propia.

Recibir límites y atenerse a la realidad es algo necesario para poder madurar. Si uno crece pensando que puede hacer cualquier cosa sin el menor esfuerzo, este es un pensamiento mágico, que no ayuda en la concreción de hechos que verdaderamente impulsen al sujeto hacia donde quiere ir.

Sin embargo, conjuntamente con estos límites y aprendizajes necesarios, suele impartirse frecuentemente un sesgo censurador y exigente, o por el contrario, carencia de límites y de contención emocional, los cuales en ambos casos disminuyen la autoconfianza, generando dudas e incertidumbre respecto a las potencialidades propias.

El camino de la autovaloración, es el de poder reconocer y aceptar lo válido de nuestras acciones, de nuestro tiempo, de nuestras opiniones, de nuestros deseos, de nuestras emociones.

Validarse es aceptar lo que pensamos, deseamos, hacemos y sentimos. Es darles un lugar, habilitarnos para experimentar lo que sea que acontezca, sin la censura frecuente de que deberíamos pensar, desear, hacer o sentir otras cosas.

Validarse lleva a la habilitación de uno/a mismo/a, como persona íntegra, con múltiples posibilidades de desarrollo. Y fundamentalmente, habilitarse implica aceptar que lo que uno/a es y hace tiene valor.

Aceptar y valorar todos los matices de nuestra personalidad, todas las emociones que se presenten aunque sean disruptivas y displacenteras ayudará en este proceso de afianzamiento.

Trabajar con la censura y la autoexigencia es sumamente necesario para poder trascender esas limitaciones y dar paso a la apertura y a la expresión propia.

El rechazo, la descalificación y la autocrítica intrapsíquica en estos casos suele ser tan fuerte que puede producir total inhibición, impidiendo que la persona se atreva a hacer algo por sí misma, y quedando más bien plegada a funciones y normas impuestas desde el exterior.

El trabajo con la creatividad es una gran herramienta para trabajar la autovaloración. Las producciones creativas son manifestaciones del mundo interno, son productos del propio proceso y hablan de lo más profundo de esa persona.

Poder enfrentarnos a esas producciones y atravesar censuras o resistencias que intervengan es una manera de elaborar  y desarrollar la valoración propia, trasladable luego a las distintas áreas de la vida del individuo.

Valorar (se) es un arte y funciona de manera circular. Poder validar y aceptar al otro genuinamente sólo es posible si valoramos o aceptamos en cierta medida lo que nos pasa.

Se trata de un proceso que implica poner en cuestión las normas preestablecidas y «lo esperable» para poder mirar a través del complejo prisma de la existencia humana y observar ahí todos sus matices posibles.