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El asco y su relación con la salud mental.

Publicado por Lic. Maria V.

El asco es una emoción básica a la que no se le ha prestado demasiada atención pero que tiene una influencia considerable en el plano de la salud mental. El asco es una emoción que evolutivamente nos ha permitido protegernos de ingerir o estar cerca de estímulos potencialmente dañinos. Es una emoción, originariamente destinada a rechazar y evitar consumir algo que pueda intoxicarnos o envenenarnos, o a mantenernos alejados de posibles contagios de enfermedades. Hay ciertos estímulos que, a lo largo de mucho tiempo, fueron asociados con estos peligros potenciales, conformándose así la respuesta del asco.

Sin embargo, y mas allá del valor que inicialmente tuvo esta emoción para la conservación de la especie, con el tiempo se fue ampliando y particularizando, abarcando estímulos que no necesariamente son dañinos. Aquí se juegan también factores ambientales, y de la historia personal, donde un individuo puede experimentar asco ante algo que recuerda repulsivo de su infancia, por ejemplo. El asco se desarrolla además a partir de ideas e imágenes que generen rechazo.

Dentro del rango de características obsesivas por ejemplo, los individuos pueden sentir asco al traer ciertas fantasías o ideas a su mente que consideren reprochables. Del mismo modo que la suciedad, la sangre, las heces, lo sexual, ciertos alimentos o animales les pueden producir la misma emoción.

El asco tiene un gran alcance en cuanto a la amplitud de estímulos que pueden desencadenarlo.

Recientemente, se ha considerado al asco como la antesala del miedo en muchos casos. Podemos pensar que el asco en ciertos cuadros en particular es el rechazo inicial, el miedo es la instancia donde eso que se rechaza se transforma en peligroso y necesario de ser evitado a todo costo. En el trastorno obsesivo compulsivo, por ejemplo, la suciedad puede generar asco, y consecuentemente es el miedo al contagio o a «infectarse o intoxicarse» lo que moviliza a llevar adelante rituales o acciones evitativas.

El asco es entonces lo que nos marca el rechazo. Aquello que queremos mantener alejado, ya sea física como mentalmente. Las ideas, como vimos, cumplen también un importante papel.

Las personas que son más propensas a sentir asco puede ser llevadas a desarrollar fobias o mecanismos evitativos que busquen precisamente evitar esas experiencias. La emoción de asco intensificada suele transmitirse significativamente en la crianza o a través de las generaciones. Si a un niño o niña se le enseña que es necesario mantener todo siempre limpio, y se le ofrecen sólo ciertos tipos de alimentos porque sus cuidadores son selectivos o rechazan algunos de estos,  es probable que esto predisponga a una mayor selectividad y propensión al asco en la vida adulta.

Sin embargo, puede ocurrir al contrario también, quienes estuvieron expuestos a suciedad y a una variedad amplia de estímulos, pueden desarrollar asco como modo defensivo.

El asco en sí es una emoción necesaria, y tiene un fin de supervivencia. Pero es la amplitud o la gran sensibilidad al asco lo que puede generar problemas desde el punto de vista de la salud mental. Desencadenando, en muchos casos, toda suerte de mecanismos evitativos en consecuencia.

Estudiar y analizar esta emoción básica tan importante en interrelación con otras emociones y con síntomas psicopatológicos es fundamental para poder reconocer sus alcances y poder trabajarlos.