El miedo a perder el control
Existe la ilusión que se puede controlar todo. Sin embargo, puede ocurrirnos que si tenemos que asistir a una entrevista importante un copioso aguacero nos pueda impedir llegar a tiempo a pesar de los esfuerzos; o que si planeamos un menú para una cena no consigamos los ingredientes básicos.
Los planes rígidos raramente se logran concretar; sólo podemos desear llegar a tiempo a la entrevista y desear encontrar los ingredientes para la cena, pero no podemos forzar nada.
Mantener el control es una pesada carga y exige un esfuerzo permanente para no perderlo. Además, esta exigencia produce stress crónico, que está asociado con muchas enfermedades graves y hasta puede producir la muerte.
La mayoría de los ataques cardíacos son producidos por el stress. El stress se produce cuando una persona se somete a una exigencia extrema, más allá de sus posibilidades. Es querer y no poder.
El cuerpo está preparado para resistir situaciones de stress ocasionales que no lo afectan, pero cuando esta exigencia es permanente se produce un stress crónico que atenta contra el sistema inmunológico.
Una forma de liberarse de estos peligros es aprender a soltar y a no aferrarse a nada. Es inútil aferrarse cuando todos sabemos que no hay nada permanente.
La vida moderna nos obliga a imponernos metas demasiado ambiciosas y estamos convencidos que la única forma de alcanzarlas es luchar contra las adversidades que nos impiden alcanzarlas.
Es una forma de vivir que aprendimos de nuestros antiguos ancestros. Había que planificar estrategias y luchar hasta la muerte para proteger los territorios y la supervivencia del más apto era la que definía quien se quedaría con el control del poder.
La realidad nos muestra que podemos controlar pocas cosas, porque por mucho rigor que tengamos siempre queda alguna variable imposible de controlar.
Sólo nos queda aceptar las cosas como son y recién entonces, cuando nos entregamos, cuando renunciamos, se producirá un extraño fenómeno: las cosas que deseábamos vendrán hacia nosotros.
El control, el poder y la imagen están relacionados, porque el que tiene el control cree que las cosas se producen gracias a él, a su astucia, su sagacidad, su inteligencia; y somos capaces de cualquier cosa para defender la imagen, que sólo es una ilusión.
El único control que se debería ejercitar, que es el más difícil y que pocos lo logran, es el autocontrol, pero en general la mayoría prefiere dejarse llevar por los impulsos.
Actualmente, la mayor amenaza de conflicto en los hogares comienza con la lucha por el control remoto.
Un caso clínico
La paciente, una mujer de cincuenta años, viuda, pensionada, que vive sola, es derivada por su médico clínico.
Es hipertensa y recientemente sufrió un episodio vascular que le dejó una leve parálisis en su lado derecho. Recibe reeducación con buena respuesta habiendo recuperado un ochenta por ciento de sus funciones.
Me cuenta que nunca trabajó y cuando falleció su marido, ya hace unos años, lo reemplazó en sus funciones como presidente del consejo de administración del consorcio donde ella todavía vive.
Se sentía muy orgullosa, porque desde que ella asumió esa tarea el estado del edificio había mejorado notablemente.
Aunque se realizaron muchas reparaciones pendientes, las expensas no habían sufrido ningún aumento gracias a su control, que no permitió en ningún momento que se realizaran gastos sin su severa supervisión.
Sin embargo, aunque su gestión fue un éxito, decidió renunciar después de su enfermedad, porque felizmente se dio cuenta que esa actividad era la que le provocaba stress; y hasta pensó que en gran parte había sido también la causante de la pérdida de su salud por el esfuerzo realizado
Le pregunté qué le gustaba hacer, aparte de las tareas hogareñas y me dijo que siempre había querido hacer ropa para bebés, pero que por una cosa ú otra nunca había concretado ese proyecto.
La alenté para que comenzara a realizar esa actividad ni bien terminara con la rehabilitación y así lo hizo.
Hoy, es una persona feliz con su trabajo.