Escritura Terapéutica, ¿Cómo utilizarla?
Como toda herramienta de expresión creativa, la escritura nos aporta grandes posibilidades desde el punto de vista terapéutico y de desarrollo personal.
Si se utiliza con regularidad, ayuda a profundizar a aquellos que estén llevando a cabo una terapia. Incentivando la introspección y permitiendo la conexión con aquello que nos molesta y nos agrada, con nuestros sueños y manifestaciones inconscientes, que, si dejamos fluir la escritura lo más libremente posible, se filtran entre nuestras líneas.
La escritura es terapéutica. Más aún si se utiliza como herramienta de liberación y no desde la autoexigencia y la demanda de perfección.
Desde la Escuela se suele asociar la escritura con algo «formal», académico, con la alfabetización, con el aprendizaje. Así, la mayoría, a excepción de los que tomen la escritura como vocación, crecen y llegan al mundo adulto utilizando la escritura con fines estrictamente laborales o prácticos.
La propuesta de la escritura terapéutica, es que Escribir es una herramienta espontánea que nos puede acompañar en todos los momentos de la vida. Produce un efecto catártico, justo cuando no intentamos ser «genios» haciéndolo.
Escribir los sentimientos o los pensamientos, casi a modo de un fluir sin censuras, permite una mayor comunicación con uno mismo y posibilita el descubrimiento de ideas e interrelaciones que de otra forma, no se advertían.
La escritura creativa es patrimonio de todos.
Si la censura y autoexigencia lo permite, la escritura se puede transformar en un hábito con efectos sorprendentes en el despliegue de la creatividad.
Si se incorpora como modo expresivo habitual, puede otorgar mayor claridad de pensamiento, beneficiando el autoconocimiento, facilitando la comunicación emocional, afirmando la identidad y autoestima y disminuyendo la ansiedad.
La escritura es un modo alternativo de elaborar lo que nos pasa. Hablarlo en una terapia lo es, pero si, al mismo tiempo se escribe, se transforma en una manera complementaria de exteriorizar y dejar sobre el papel, todo eso que de otro modo circula y se enreda internamente.
Volcar ideas, pensamientos, emociones, abstracciones en el papel, les otorga otra categoría, una más concreta. Nos permite observar y analizar desde una perspectiva diferente, y, por lo general, es durante este proceso donde aparecen ideas y soluciones nuevas.
El hábito de escribir fomenta la aparición de lo nuevo, de la diferente, de lo oculto. Deja el espacio para que aparezcan recuerdos pasados, que vienen a decirnos algo, o nos permite crear historias y personajes, que ayudarán a tramitar lo doloroso.
Conectarnos con los aspectos que emergen a la superficie y se vuelcan en la hoja, nos permite tener mayor conexión con nuestra experiencia vital completa. Pudiendo descargar y vaciar aquello que tenemos presente todo el tiempo (horarios, preocupaciones), y dándole lugar a lo que se haya oculto, eso que muchas veces se encuentra tratando de avisarnos que está ahí, que nos falta prestar atención un poco más.
El modo de incorporar la escritura terapéutica consta de hábitos muy sencillos:
- Escribir con regularidad algunas páginas espontáneamente, sin condicionar, sino permitiendo que fluyan las palabras lo más libremente posible.
- Utilizar el hábito de escribir cuando estamos angustiados, o ansiosos y no sabemos cómo frenar ideas y pensamientos.
- Tener un diario íntimo.
- Redactar una carta cuando estamos enojados o peleados con alguien. Por más que no entreguemos la carta. Escribirlo permite un desahogo y mayor entendimiento de lo que sentimos respecto al problema.
Lo importante del hábito de escritura terapéutica es que no importa el resultado. El foco está orientado en el proceso, en el acto de escribir en sí y no en cumplir con requerimientos o normas literarias.
La salvedad es, intentar no leer y releer permanentemente lo escrito. De hecho, si no se lee, aún mejor. Por que esto es lo que puede hacer que los círculos viciosos del pensamiento se agudicen y que aflore la autocensura.