La autobiografía como herramienta terapéutica.
La autobiografía es una herramienta que suele utilizarse en algunos enfoques en psicoterapia.
Tanto en tratamientos como en talleres o espacios de autoconocimiento, implementarla ofrece grandes alcances.
Escribir una autobiografía es confrontar nuestra propia historia. La narrativa que hagamos, la selección de fragmentos, la impronta afectiva con la cual lo encaremos nos da una pauta de los aspectos profundos puestos en juego allí.
Narrar, contar historias, es una forma de crear mitos y discursos sobre la realidad que transitamos. Es una manera de procesarla. Los niños y niñas disfrutan las historias porque los cuentos ponen en palabras y arman tramas con conflictos que ellos enfrentan pero que no saben como procesar. Por eso quieren repetirla una y otra vez, en ese trayecto, algo de su mundo interno se está tramitando.
Al armar una autobiografía, narramos y contamos nuestra historia. De la misma manera, a través de esta narrativa, la procesamos, la tramitamos… Volvemos a encontrarnos con aspectos dolorosos, volvemos a encontrar aspectos lúdicos en nosotros mismos. Volvemos a reencontrarnos con nuestras partes infantiles, con los juegos y la creatividad innata. Volvemos a observar los vínculos, las dinámicas, los espacios…
Volver y visibilizar todo esto es una gran herramienta de concientización y de cambio. Como dice el popular dicho: «Si no conocemos nuestra historia, estamos condenados a repetirla.»
No mirar al pasado, no historizar, impide que nos proyectemos al futuro.
La autobiografía, es entonces, la herramienta fundamental para zambullirnos en nuestro pasado, ayudándonos a crear un anclaje, un lugar desde el cual poder desplegarnos a futuro. Este anclaje es el reconocimiento de aquéllo que vivimos, de aquéllo que nos implicó emocional y profundamente. Sólo aceptando estas implicancias es que podemos decidir con mayor libertad.
Un aspecto interesante de la autobiografía es la subjetividad que posee. Lo que allí narramos no tiene demasiado que ver con la realidad física, sino más bien con nuestra realidad psíquica.
Narramos lo que vivimos, el lente a través del cual observamos nuestra historia es nuestro lente. Y éste depende del momento en que estemos al escribirla. Por eso, escribir distintas autobiografías en distintos años de nuestra vida probablemente nos muestre historias diferentes, dependiendo del grado de trabajo sobre nosotros mismos que hagamos en esos años.
Tener un acercamiento hacia la propia historia en el contexto de una terapia o de un taller de autoconocimiento nos ofrece información sumamente relevante para poder trabajar.
Hitos descritos en ella serán fundamentales para poder concientizar y asociar con elementos de la historia actual del sujeto. Y este es uno de los factores que va a colaborar con destrabar ciertos mecanismos automáticos.
Esta herramienta ofrece también la posibilidad de trabajar en el registro emocional. Nuestra respuesta emocional tiene relación directa con cómo fue recibida la expresión de nuestras emociones en la infancia.
Reconocer nuestras emociones de niña o niño y cómo actuaba el contexto en función de ellas, nos ayudará a entender nuestras emociones en la adolescencia o la adultez, y será un punto clave para habilitar una mayor aceptación, registro y comunicación emocional.
Transitar por el proceso de narración de la propia historia es una manera de acercarnos un poco más a quienes somos, dando lugar a ciertas partes que en el día a día pretenderíamos ocultar, y permitiendo mayor aceptación e integración de nuestro mundo interno.