La curiosidad, ¿por qué es importante?
La curiosidad es un concepto del que no se habla muy frecuentemente. Sin embargo, es sumamente importante para el desarrollo individual y colectivo de los seres humanos.
La curiosidad es un mecanismo que nos permite encontrar nuevos recursos adaptativos. Es por eso que surge de manera inicialmente intuitiva y está relacionado con la percepción de un misterio, de algo incierto, oculto e inalcanzable, y con el deseo de alcanzarlo.
Gracias a la curiosidad fuimos evolucionando y adaptándonos a las nuevas circunstancias que se nos presentaban. Es el paso previo al despliegue creativo, es la pregunta inicial, aquello que pone todo el mecanismo de búsqueda en movimiento.
En la niñez la curiosidad es un rasgo de salud. Niños y niñas desarrollan ya tempranamente lo que Freud denominó Pulsión de Saber. Esto es un impulso que lleva a indagar, a intentar encontrar el trasfondo de las cosas. La famosa etapa de los «porqués» está asociada con esto. Esta curiosidad abarca también aspectos sexuales, la curiosidad infantil por la sexualidad y la exploración puede ser censurada o coartada por los padres, razón por la cual se puede bloquear la pulsión de saber en el futuro.
La curiosidad está en la base de los procesos de aprendizaje y del desarrollo creativo, está asociada al deseo, al motor que conduce la búsqueda personal. Si la curiosidad está apagada, no hay movimiento posible, y nos quedamos en el marco de lo ya conocido, la quietud, la mismidad.
En procesos de autoconocimiento y de trabajo terapéutico también es necesaria cierta cuota de curiosidad. Estamos adentrándonos en cuestiones de nosotros mismos que no dominamos y no conocemos. Comprometerse con el inconsciente implica el riesgo de salirse de la seguridad conocida, sabiendo que indagaremos en un terreno en el cual no sabemos lo que vamos a encontrar. Este es un gran desafío que asumen las personas que se disponen a realizar un trabajo profundo. Sin curiosidad y sin interés por adentrarse en lo desconocido, no hay trabajo profundo que sea posible. O siempre quedará en un plano más superficial.
La curiosidad solo puede intervenir si aceptamos que no controlamos todo. Tiene que haber un registro de reconocimiento de la incertidumbre para que se movilice esa energía de búsqueda. En personas con mucha inflexibilidad y autocontrol esto puede implicar un riesgo desmesurado, un temor a agitar las aguas tranquilas y una necesidad de dejar todo en el plano de lo conocido.
«La curiosidad mató al gato» dice esta popular frase. Y con esto nos muestra la idea de riesgo entorno al ser curioso. Riesgo que muchas personas se esfuerzan enormemente por evitar. Sin curiosidad, sin embargo, y sin ese riesgo, no hay movimiento. Estas elecciones son efectivamente las que posibilitan el paso a otra instancia.
La curiosidad es la antesala del cambio, aquello que nos permite indagar y buscar, incluso aunque aceptemos que jamás vamos a saberlo todo.