La respiración conciente y sus efectos terapéuticos.
Cada vez con mayor énfasis tomamos en cuenta los efectos de la respiración conciente en el estado psicológico de las personas. Los enfoques en Neurociencias y el Mindfulness lo toman con especial atención.
Pero más allá de los efectos neurológicos por demás estudiados, podemos pensar a la respiración conciente como una herramienta que nos permita conectarnos con el presente y con nuestro cuerpo, registrando sensaciones, y habilitando una concientización que frecuentemente no se ejerce.
¿Qué implica la respiración conciente?
Respirar concientemente es tomarnos el tiempo de hacer respiraciones profundas, registrando el recorrido del aire, registrando la posición y el estado del cuerpo mientras lo hacemos, en un entorno tranquilo y en un lapso de tiempo variable.
La respiración es esencial para sobrevivir, y la vida moderna nos va llevando a hacerlo de manera superficial y rápida: «lo justo y necesario».
Esto sin dudas trae efectos en el cuerpo y en el estado anímico. El modo en el que respiramos manifiesta cómo nos sentimos, y perpetuar ese hábito colabora con el desarrollo de esas mismas emociones, impidiendo en gran medida que experimentemos otras.
Si tenemos miedo la respiración será entrecortada, agitada o contenida por momentos. Este modo de respirar comunica la tensión y el estado de alerta en el que estamos. El cuerpo también se tensiona y los pensamientos responden a la vez a este mismo estado.
Si estos estados tensionados se cronifican, por estrés o ansiedad propia de nuestro tiempo, dejamos de registrar el cuerpo, dejamos de concientizar sensaciones. Más bien la respiración y el cuerpo se endurecen y «amoldan» a este modo de vida, sufriendo graves consecuencias.
La respiración conciente nos permite conectar con nuestro cuerpo y nuestra emociones y darles lugar. Si introducimos esta pausa, esta diferencia, estamos creando nuevas condiciones y oportunidades de reevaluar lo que venimos haciendo y sintiendo. Si no hay pausa es un eterno repetir automático en el que no somos agentes.
Respirar concientemente es una forma de frenar el afluente de pensamientos, de volver a lo más simple, concientizando el momentos presente, la posición del cuerpo, las emociones, para poder darnos al menos una pequeña oportunidad de elegir algo distinto, de tomar otra decisión.
Es importante remarcar que la respiración solamente no va a resolver todos los conflictos. Si estamos estresados o alertas todo el tiempo tenemos que trabajar el porqué de ese estrés o de ese miedo. Pero el hábito de la respiración conciente es una herramienta que suma al autoregistro y ayuda a tomar mayor conciencia sobre nosotros mismos.
El modo en que respiramos refleja el modo de vida que llevamos, qué priorizamos, y qué emociones priman en nuestra experiencia. La vida en las ciudades, las demandas laborales y el estrés nos hacen vivir a merced de pensamientos, deberes y horarios, desconectándonos en gran medida del cuerpo y de otras partes nuestras que quedan profundamente relegadas: la creatividad, la sensorialidad y la intuición pueden fácilmente quedar adormecidas si no les damos lugar.
Respirar concientemente nos permite dejar de identificarnos masivamente con los deberes, pensamientos y obligaciones, y concientizar que somos mucho más que eso, que hay muchas otras partes nuestras que quizás no están siendo escuchadas.