Mandalas. Significado y aportes terapéuticos
El término Mandala proviene del sánscrito y quiere decir Círculo Sagrado.
Se trata de representaciones simbólicas basadas en un eje central y en figuras que se van ubicando alrededor de él.
Son utilizados por el budismo, el hinduismo y han estado presentes en tribus indígenas y en manifestaciones artísticas cristianas.
Para Jung, los mandalas significan Formación-Transformación.
Implican una representación de la totalidad, del sí mismo, incluyendo tanto la conciencia como el inconsciente.
Se utilizan como herramienta meditativa y de autoconocimiento ya que el ejercicio de dibujarlos y pintarlos favorece la reflexión y la conexión con los aspectos internos.
Están asociados a la espiritualidad, y permiten alejarnos de lo racional, dejando emerger otros procesos, la intuición y la creatividad, tantas veces opacadas por la razón.
Así, el uso de los mandalas tiene actualmente un gran alcance, usándose no solamente para meditación y autonocimiento sino también como modo de estimulación cognitiva.
Dibujar mandalas nos permite explorarnos a nosotros mismos, la elección de las figuras y los caminos que un mandala va tomando son impredecibles e infinitos. No hay dos mandalas iguales.
La filosofía oriental sostiene la reciprocidad entre sucesos externos y el mundo interno. Así como los acontecimientos del mundo interno se expresan y tienen un efecto en el mundo externo, también las acciones que materialicemos externamente se traducen en efectos en nuestra interioridad.
El proceso de dibujar un mandala o de pintarlo representa de algún modo el proceso interno de descubrimiento, de recabar en nuestro propio mundo interior.
El mandala es un símbolo que implica la unión, la totalidad y la integración. Esto, como proceso interno implicaría integrar aquellas partes propias que muchas veces querríamos dejar por fuera, expulsar o ignorar.
El dibujo del mandala representa en sí mismo la unión de elementos que pueden ser sumamente extraños o dispares, o considerarse contradictorios para la lógica racional. Sin embargo dentro de ese círculo y de ese orden cumplen una función, se integran con el resto y fluyen como parte de algo más amplio.
La aplicación de técnicas de mandalas en el plano terapéutico es sumamente interesante.
Mas allá de los beneficios que aporta respecto al proceso de autoconocimiento, también presenta aportes significativos como herramienta para calmar el estrés y la ansiedad y como recurso para estimular las funciones cognitivas.
La sola observación de un mandala se utiliza a modo meditativo para lograr la relajación y fomentar la introspección.
El uso del mandala como técnica nos permite entonces potenciar las capacidades de conexión con el momento presente, esencial para el trabajo con síntomas de ansiedad.
Esto, acompañado de técnicas de respiración es una gran herramienta para ayudar a pacientes en momentos de estrés.
Además, fomenta la capacidad de atención y concentración, estimula la memoria y la creatividad. Potencia la idea de Equilibrio.
Hacer mandalas es un acto meditativo en sí mismo, siendo una actividad creativa pero rítmica y cíclica a la vez. Nos introduce en su propia lógica ayudando a calmar los pensamientos y a frenar los síntomas provocados por la velocidad propia de la sociedad actual.
Los mandalas como técnica terapéutica son recomendables tanto para el trabajo con adultos como también, y especialmente, con niños y adultos mayores.