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Miedo a fallar: ¿por qué lo experimentamos?

Publicado por Lic. Maria V.

En primer lugar habría que definir qué implicaría fallar o fracasar. Y esta es una tarea difícil porque dentro del universo humano estas nociones son muy subjetivas. Sin embargo, hay también concepciones culturales que construyen ideales colectivos: referentes de lo deseable, lo exitoso, que circunscriben a su vez aquello que se considera indeseable o fallido.

En las sociedades capitalistas actuales todo lo relacionado a los logros económicos, por ejemplo, está enmarcado en un aura de éxito y, por ende, las pérdidas económicas se evalúan como fracasos.

El miedo a fallar o a fracasar gira entorno a la necesidad de cumplimiento de ese ideal. El temor suele ser también a enfrentar juicios, crítica o menosprecio por parte de otros, y simultáneamente, de nosotros mismos, ya que el nivel de autocrítica en estos casos suele ser muy alto.

Las personas que manifiestan miedo a fallar recurrentemente suelen ser autoexigentes e inflexibles. No se dan la oportunidad de explorar y aprender de los errores porque consideran que no deberían suceder. Con frecuencia huyen para no enfrentarse a la posibilidad de un fracaso o se esfuerzan de manera excesiva, volcando a la tarea toda su energía y sintiendo gran frustración si no sucede como esperaban.

En los casos de huida lo que ocurre es que se evita cualquier acción que pueda potencialmente exponer a un fracaso. No asumir riesgos ni salir de la zona de confort suele ser la norma. Esto puede llevar en casos más extremos a una parálisis de la acción, una inhibición que impide decidir o accionar en las distintas áreas de la vida.

Los fracasos son considerados en estos casos como un estigma, un sello que quedaría directamente asociado a la persona. El perfeccionismo y orgullo tampoco facilitan el proceso. Todo, según esta perspectiva debería salir siempre bien y suele haber dificultades para reconocer errores o ceder en los intercambios vinculares.

El miedo a fallar o a fracasar es entendible en cierta medida en tanto somos parte de un sistema que valora determinadas cosas en detrimento de otras. Los casos a los que aquí nos referimos implican un miedo más intenso y que tiene consecuencias para la persona en los ámbitos en los que se desarrolla. Hay cierta tendencia a la omnipotencia, a creer que es posible responder y cumplir con todo sin error alguno.

Esa omnipotencia es en cierto sentido desconocedora de la realidad, ya que la persona con estas características pretende transformarse en un ser que sabe y resuelve todo, y que podría anticipar y controlar todos los imprevistos. Hay un matiz fuerte de necesidad de control también en esto.

De aquí se desprende, en muchos casos, una modalidad de pensamiento parcial y totalitario, que sólo ve y admite una parte de la historia, negando y rechazando la posibilidad contraria. Creer que es posible una «conducta intachable» corresponde con invisibilizar todo aquello que la estropearía, y negar directamente su posible existencia.

Desde el punto de vista psicológico esto se asocia a la represión de esos aspectos. Dejando a la luz todo lo que cumpla con el estereotipo valorado y ocultando, reprimiendo todo lo que no lo sea.

Vivir en comunidad implica la represión de ciertos aspectos destructivos o indeseables, de modo que en cierta medida todos experimentamos esto. Pero aquí nos referimos a casos en donde esto ocurre de manera sumamente unilateral, impidiendo observar un panorama más completo.

En los casos en que se experimenta el miedo a fallar de manera recurrente, trayendo consecuencias significativas para el sujeto, se suele desencadenar, además, ansiedad, estrés y frustración, por lo que es recomendable trabajarlo terapéuticamente.