Mindfulness: SIN CENSURA
Estamos ante una nueva forma de conocernos a nosotros mismos. Tener plena conciencia o atención de lo que está sucediendo aquí y ahora sin entrar en valoraciones o explicaciones. Sólo aceptarlo tal cual es, sin condición. Se trata de que el máximo protagonismo sea adquirido por la percepción y las sensaciones en toda su esencia.
Aunque el mindfullness se suele referir a una técnica cercana a la meditación, en realidad, se considera una forma de vida, una filosofía. Las personas que practican la atención plena suelen comportarse de una manera determinada acorde con su manera de abordar las situaciones o los momentos concretos bajo las reglas de esta corriente.
Cuando uno abre su mente para colocarse como mero espectador de una situación concreta, lo hace con una actitud carente de cualquier crítica, se limite a presenciarla. Por consiguiente, es precisa la instrucción y el entrenamiento dedicados a la observación plena y aséptica para poder aceptar el momento presente y los efectos que subyacen del mismo sin ánimo de modificarlos, eludirlos o resguardarse de ellos. El gran objetivo es la aceptación extrema tanto de las experiencias positivas como de las negativas. No se centra, exclusivamente, en los momentos percibidos como agradables, sino que
Se torna fundamental mantener una apertura sensorial y perceptual libre de prejuicios, estereotipos o convencionalismos para dejar que nos invadan las impresiones e impactos del instante presente.
Lo realmente atractivo de esta metodología es la libertad que te regala para que seas tú mismo el que decida qué momentos quieres atender plenamente.
Para la iniciación de la práctica de la conciencia plena, se entrenan componentes relacionados con la relajación. El sujeto se limita a sentir y a aceptar sensaciones fisiológicas sin intención de cambiarlas o detenerlas. Además, a pesar de parecer un ejercicio pasivo, precisa del empleo de gran cantidad de energía y esfuerzo para su correcto funcionamiento, sobre todo en las etapas iniciales. Cierra los ojos e intenta detener los pensamientos. Apuesto que en menos de dos segundos ya estabas ideando algo: repasando la lista de la compra o reflexionando sobre algún asunto laboral. Y es que tenemos tan automatizados algunos mecanismos que resulta agotador funcionar al contrario. A cualquier acción, le corresponde una reacción. Siempre, menos en el ejercicio de mindfulness, donde la reacción no existe, sólo la sensación.
Otro aspecto importante para empezar a trabajar que está irremediablemente unido al de relajación es el control de la respiración. Practícala centrando toda tu atención durante un minuto en la respiración. Una respiración que salga desde el estómago en lugar del pecho, que penetre en lo más hondo de tu ser. Inspira por la nariz y expira por la boca. Es sólo un minuto, pero no imaginas la potencia que genera. Puedes realizarlo en cualquier momento del día, varias veces. Cuanto más lo entrenes, más lo dominarás
Se considera especialmente útil en intervenciones destinadas al control de estrés, a trastornos psicosomáticos o de ansiedad pero sus beneficios son igualmente válidos en personas que no padezcan ningún desequilibrio mental.
En resumen, para iniciarte en esta práctica, debes tener la intención de hacerlo. Para mantenerte en ella e incluirla en tu vida como una manera de encarar acontecimientos, necesitarás ser disciplinado. El afán merecerá la pena por la conexión tan íntima que conseguirás con tu persona, los demás y las circunstancias. Apreciarás la calma y el equilibrio emocional que te proporciona,y aprenderás a aceptarte con mayor humanidad. La paz mental como mayor recompensa bien merece un poco de coraje.