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Niñez: el síntoma como protesta.

Publicado por Lic. Maria V.

¿Qué nos quiere decir un niño o niña que presenta síntomas psicológicos? ¿Qué mensaje envía inconcientemente? ¿Se recibe este mensaje, o se piensa como una mera problemática del niño en cuestión?

En la Niñez la manifestación de síntomas en el plano de la salud mental y emocional implica frecuentemente la comunicación de conflictos pertenecientes a la dinámica familiar. Muchas veces esta es la única manera de expresar que algo está pasando, y por eso es tan importante poder leerlo de este modo, en lugar de pretender «extirpar ese síntoma» resolviendo rápidamente la demanda de los padres.

Madres y padres, por lo general, llegan trayendo a un niño o niña con un «problema». En el lugar infantil se proyectan todos los conflictos propios que no pueden ser observados. Así, muchas veces piensan en resolver el problema de su hijo/a sin pretender reflexionar en su propia participación en el asunto.

En casos en los que intervienen aspectos orgánicos de mayor gravedad, cuestiones neurológicas, por ejemplo, o discapacidades severas, la perspectiva cambia un poco. Si bien la participación familiar es fundamental y es muy importante abordar la problemática en función del  lugar del niño en el entramado familiar, ya aquí inciden factores diversos. En este artículo nos referiremos esencialmente a la sintomatología infantil y adolescente que no presenta correlato orgánico.

Los niños son como esponjas del ambiente. Captan las dinámicas,  como dijimos anteriormente, y son en muchos casos receptáculos de las proyecciones de sus padres. Manifiestan lo que ocurre en el seno familiar, lo que no se reconoce y no se manifiesta por otras vías.

Sus síntomas aparecen como protesta o como denuncia, ante algo que no se está diciendo o no se está elaborando adecuadamente. Los niños y adolescentes pueden manifestar miedos o angustias que los padres no pueden reconocer o que no han tramitado. Incluso pueden manifestar asuntos no resueltos en generaciones anteriores, secretos familiares especialmente.

Lo no dicho cobra relevancia en este sentido. Es aquello que más factiblemente se vehiculiza por vía sintomática. Lo que se habla y se simboliza tiene mayor posibilidad de elaborarse. Lo que no se puede nombrar ni expresar por ninguna vía simbólica, se transmite en las sombras, tomando a veces modos de expresión sintomática.

Por eso cuando un niño/a o adolescente presenta un síntoma nunca le pertenece en su totalidad. Es un canal de expresión de algo que lo excede. Y más allá de que, por supuesto, muchos factores le atañen al niño/a en particular, ya que no todos responden de la misma manera ante circunstancias similares. Sí es necesario entender que cada niño/a crece en un contexto, no es un ser aislado. Se halla en una trama, con conflictos y nudos que son necesarios desentramar.

El trabajo en psicología siempre es multifactorial. Los seres humanos estamos influidos por factores muy diversos, y complejos, que confluyen y se enlazan. No podemos pretender aislar el síntoma y el niño como si lo abordáramos en un laboratorio. Tiene que analizarse todo dentro de la matriz de la que forma parte.

Así, podemos decir que el síntoma infantil es en muchos casos indicio, mensaje, protesta o denuncia, en tanto aparece para exponer en mayor o menor medida las dinámicas familiares de las cuales forma parte. Mirarlo desde esta perspectiva ayudará a que salgan a la luz y puedan visibilizarse, evitando que sea el niño o adolescente el único foco de manfiestación, y pudiendo correrlo del lugar del «problema» haciendo que todos los miembros participantes ocupen el lugar que les corresponde.