¿Por qué repetimos patrones?
Lo que se repite suficientemente se afianza.
En primer lugar, debemos comprender a qué nos referimos al decir el término “Patrones”. Un patrón es, según definición de Wikipedia: «… aquella serie de variables constantes, identificables dentro de un conjunto mayor de datos. Estos elementos se repiten de una manera predecible».
Este es un concepto no ideal al hablar de Psicología porque hace demasiada alusión a una seriación en la que todos quedaríamos igualados. Lejos de ser así, sabemos que al trabajar con seres humanos lo más relevante es poder considerar la individualidad de cada uno, aquello que lo diferencia de los demás. Esto es muy importante porque durante mucho tiempo, y aún hoy, se hizo y se hace abuso de un afán por clasificar y categorizar a las personas.
Sin embargo, no podemos negar que compartimos ciertos esquemas y características colectivamente. Aquello que nos define como partícipes de la especie humana. Jung llamó Arquetipos a estas categorías compartidas.
Del mismo modo, a lo largo de la vida personal, solemos repetir conductas y patrones de pensamiento. Freud se refirió ampliamente a la Repetición, como aquello inconciente que insiste y que, como el término mismo indica, se repite una y otra vez hasta que algo de ese mecanismo pueda ser intervenido. El análisis por la palabra ofrecía las condiciones necesarias para concientizar ciertos aspectos e impedir que se continúen repitiendo invariablemente. Cierto núcleo, sin embargo, diría Freud, no puede ser concientizado y permanecerá en el Inconciente atrayendo contenidos hacia él.
Haciendo este breve recorrido podemos finalmente adentrarnos en la pregunta que motiva este artículo.
Al desarrollarnos, vamos repitiendo conductas que nos resultan necesarias para sobrevivir. Muchas de ellas son heredadas y están vinculadas a la evolución de la especie. Otras, se refieren a la vida personal, y se constituyen en función de la interacción con el ambiente.
Aquellas conductas, pensamientos y emociones que se instalan y se sostienen por un período de tiempo, tienden a afianzarse, y posteriormente, a repetirse en situaciones futuras.
Facilitar el camino.
El psiquismo facilita en cierto sentido su funcionamiento al automatizar ciertas respuestas cotidianas. Así, le resta trabajo de pensar, decidir y evaluar cada detalle en el día a día. Si esto no fuera así todo nos llevaría muchísimo tiempo y tendríamos que invertir grandes montos de energía para resolver situaciones diarias. Por eso mismo, hay ciertas acciones que podemos realizar «en automático», como hacer diariamente el recorrido hacia el trabajo, por ejemplo. Aquello que repetimos lo suficiente, se afianza, se automatiza.
Respuestas y modos de defensa.
Lo mismo puede ocurrir con ciertas respuestas defensivas e incluso sintomáticas. La respuesta de evasión o huida, por ejemplo, quizás necesaria en la infancia frente a situaciones angustiantes o displacenteras puede seguirse repitiendo en la vida adulta, incluso ante desencadenantes que podrían enfrentarse de otro modo en este nueva etapa vital. Repetimos muchas veces incluso lo que nos hace daño, pero en gran cantidad de casos porque esa respuesta fue la única posible en un momento particular de la vida, o no se contaba con otros recursos para responder en ese entonces.
Por eso, muchas veces en una terapia, la identificación de estas posiciones que se repiten implica el reconocimiento de algo que se consolidó allí inicialmente por una razón. El trabajo terapéutico, en el mejor de los casos, puede colaborar con que esas respuestas tan automáticas puedan abrirse y cuestionarse, haciendo intervenir algo de la elección y la conciencia.