Psicología Humanista
El Existencialismo también es un Humanismo
Existe un humanismo ateo, útil para todos aquellas personas desorientadas, que no saben qué camino seguir, cómo guiarse, que se sienten perdidos, sin fe y sin convicciones.
El existencialismo de Sartre es un humanismo y es grande en ética, que es lo que no tiene que perder nunca una persona sin religión.
Para el Existencialismo tanto ateo como cristiano la existencia precede a la esencia. El hombre primero existe y luego Es.
El Existencialismo ateo declara que si Dios no existe, el hombre, al no ser creado, primero existe y después se define. La realidad humana empieza por existir, surge en el mundo siendo nada, sólo después será tal como se haya hecho a si mismo.
El Existencialismo cristiano propone que el hombre es potencia y acto pero Es en la medida que actualice su potencial.
Para Sartre, el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer principio del Existencialismo, que además nos dice que si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es, no solamente de su estricta individualidad sino que es responsable de todos los hombres.
El hombre cuando elige quien quiere ser, elige también a todos los hombres, porque al mismo tiempo crea una imagen del hombre tal como considera que debe ser.
Elegir esto o aquello es afirmar el valor de lo que elegimos, supuestamente el bien para nosotros; y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Así pues, nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que podríamos suponer, porque compromete a toda la humanidad entera.
Declara que el hombre es angustia porque no puede escapar del sentimiento de total responsabilidad. Aún cuando muchos enmascaran la angustia porque creen que cuando eligen sólo se comprometen a sí mismos; saben que si obran mal están habilitando a todos los demás a hacer lo mismo.
De esta manera estoy obligado a hacer siempre actos ejemplares como si toda la humanidad tuviera los ojos fijos en mí.
Si Dios no existe el hombre está desamparado y principalmente no tiene excusas porque está condenado a ser libre y no tiene valores de un Dios que lo orienten. Por lo tanto, el hombre está condenado a cada instante a inventarse a si mismo.
Sólo nos queda fiarnos de nuestros instintos, dice Sastre. Tenemos que elegir, inventar porque ninguna moral general puede indicar lo que hay que hacer.
Sólo me puedo comprometer con mi acción sin esperar nada de los demás porque no es necesario tener esperanzas para actuar, sólo haré lo que pueda.
El hombre no es nada más que su propia vida y en la medida que se compromete dibuja su figura, porque fuera de ella no hay nada. Significa que hay que captarse sin intermediario.
Los otros son tan indispensables a la existencia como nosotros mismos, porque todo proyecto, por más individual que sea, tiene un valor universal y comprensible para todo hombre.
Hay una universalidad del hombre que es perpetuamente construida, porque se construye lo universal eligiendo.
No es posible no elegir porque aunque no elija estoy eligiendo no elegir, ni tampoco pedir consejo porque también elijo al consejero.
No podemos decir a priori lo que hay que hacer, porque todo el que inventa un determinismo es alguien de mala fe, y sólo la estricta coherencia es la actitud de buena fe.
El significado de los actos de los hombres de buena fe es la búsqueda de la libertad como tal.
La libertad no depende de los demás. Si me comprometo, estoy obligado a querer, al mismo tiempo que mi libertad como fin, la de los demás en los mismos términos.
Sartre reconoce la existencia de una moral universal, aunque el contenido de la moral sea variable. Se puede elegir cualquier cosa, siempre en el plano del libre compromiso.
Corresponde a cada uno darle un sentido a la vida y el valor no es otra cosa que este sentido que elijan.
Aunque Dios existiera, dice Sartre, esto no cambiaría nada, porque el problema no es el de su existencia. Es necesario que el hombre se de cuenta que nada lo puede salvar de si mismo.