¿Qué es la indefensión?
El concepto de indefensión suele aplicarse frecuentemente en medios judiciales y psicológicos, y, en líneas generales, hace referencia a un estado de vulnerabilidad, pasividad y desprotección en el que la persona no reconoce ninguna herramienta o posibilidad para poder salir de su situación. La indefensión es la vulnerabilidad que se ha llevado al extremo, en tanto que ha agotado los recursos del sujeto para hacer frente a eso que se le presenta.
Como el término mismo nos marca, Indefensión, implica la falta, la carencia de defensas, de recursos para defendernos ante ataques o agresiones. Aunque más bien no es que se carece de ellas sino que han sufrido tal desgaste que no se pueden reconocer.
Es frecuente encontrar el término acuñado por Martin Seligman de Indefensión Aprendida, que implica que esa carencia de herramientas se produjo debido a una prolongada vivencia de vulnerabilidad. Según la indicación de este término las situaciones de desprotección continuada llevarían a cierto aprendizaje de la indefensión. La frustración, la pasividad, la resignación, el cansancio, ilustran este estado.
La indefensión es un estado crudo que refleja soledad, abandono, violencia social y/o vincular, falta de contención que termina despojando al sujeto de sus propios recursos defensivos.
Desde el punto de vista de la salud el estado de indefensión en ocasiones se manifiesta por medio de enfermedades físicas, que traducen a través del cuerpo orgánico el sostenimiento de un padecimiento prolongado. La indefensión implica en muchos aspectos una vivencia de estrés y supervivencia extensa que termina desgastando y arrasando al individuo.
La indefensión aprendida implica que repetidamente el sujeto se enfrenta ante la frustración de que sus actos no muestran el resultado esperado. En este caso en particular se hace referencia a situaciones en cierto modo críticas, en las cuales el sujeto que aprende que haga lo que haga, no hay cambio o incidencia posible en su realidad. Con el tiempo deja de intentarlo, ya que la experiencia le ha enseñado que él no tiene nada para hacer, que no hay ningún recurso propio que pueda cambiar su situación.
Esta sensación de desolación que se desprende en muchos casos lo posiciona en un lugar de carencia de defensas, porque ha bajado la guardia, ya no intenta producir cambio alguno, y ha perdido la esperanza.
La posición de indefensión implica que la persona ya no lleva adelante activamente ninguna acción para intentar evitar el dolor. Más bien lo padece pasivamente y sin dar muestras de urgencia o desesperación por salir de ese lugar.
La violencia institucional, social, familiar, de pareja… cuando es gradual fundamentalmente, va desgastando los recursos del sujeto, pudiendo desencadenar en estados de indefensión. Es muy importante en estos casos la terapia psicológica para poder trabajar en las defensas y ayudar a restaurar algo de esa confianza en los propios recursos psicológicos.
La situación no es determinante para la indefensión. Ante situaciones de vulnerabilidad extrema, distintas personas actúan y responden de manera diferente. Hay muchas personas con características resilientes, que incluso ante escenarios fatídicos logran salir una y otra vez a lo largo del tiempo. Sin embargo, esto no es masivo, y por lo general, una situación repetida de violencia o abuso suele desgastar las defensas de quien la sufre, más aún si sus intentos iniciales por evitar o defenderse no han mostrado resultados favorables.